María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Algarabía
Históricamente, las mujeres han estado siempre relegadas, marginadas y sometidas; por eso la mitad de la humanidad que representan no aparece en la historia, pues la historia ha sido, desde tiempos inmemoriales, una historia masculina.
Algarabía editorial presenta el libro De todo, excepto feminismo, de María del Pilar Montes de Oca Sicilia, directora y fundadora de la revista Algarabía. A lo largo de sus páginas el lector podrá encontrar temas sobre lengua, arqueología, literatura, costumbres amorosas, sexualidad, medicina y sociología, todos tratados con humor, irreverencia y agudeza. Aquí les presentamos un avance del libro.
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Cuando los historiadores y estudiosos han tratado de ver hacia atrás para dar con el pasado de la mitad de la humanidad, lo que han encontrado ha sido peor que nada: cero historia, más mito, menos heroínas que brujas, más tragedias que victorias y una serie de estereotipos fielmente trasmitidos de generación en generación, en una especie de genealogía intelectual que va desde lo que hoy piensa mi cuñado de su esposa hasta la mitología griega sobre Medusa.
Históricamente, las mujeres han estado siempre relegadas, marginadas y sometidas; por eso la mitad de la humanidad que representan no aparece en la historia, pues la historia ha sido, desde tiempos inmemoriales, una historia masculina. Hombres los ha habido de todas clases: jornaleros, inventores, reyes, guerreros, campesinos, letrados, artistas, esclavos, científicos, políticos, militares, escritores. Pero las mujeres han sido, ante todo y antes que nada, sólo mujeres.
La mayor parte de la casi nula historia sobre las mujeres es una caótica, pesimista y desalentadora sucesión de afeites y modas: celestinas, brujas, prostitutas y adúlteras; reinas y vírgenes, histéricas y endemoniadas; obedientes esposas, madres abnegadas; católicas reaccionarias, monjas recluidas; reinas de belleza y esculturales productos de la cirugía plástica que no dejan mucho espacio a la discusión o a la reivindicación feminista.
Una mujer, en general, se identificaba como hija de su padre, mujer o viuda de su marido, madre de sus hijos y sólo eso; se comprueba porque hasta existe el Día de la Mujer —como los trabajadores, los gays, los abuelitos y los compadres—, como si su sexo las determinara o como si fuera más importante que todo lo demás.
Podría hacer una disquisición sobre por qué, cómo y cuándo empezó todo esto, pero sería motivo de otro texto y posiblemente de todo un foro, pues ni los más atentos científicos se han podido poner de acuerdo al respecto: que si porque son las receptoras en la reproducción sexual; que si porque los hombres no son dueños de su masculinidad y le tienen envidia al sexo femenino y por eso tuvieron que mantenerlo dominado; que si la mujer es más débil y por lo tanto no apta para la guerra, la caza y el arado; que si las funciones que les toca desempeñar son siempre efímeras y no trascienden, etcétera. El hecho es, como dicen Anderson y Zinsser: «La ideología de la inferioridad de las mujeres estuvo tan profundamente arraigada en la estructura de la vida de hombres y mujeres, que pocos la cuestionamos». 1
Pero no todo está perdido
Aunque la mayoría de las mujeres han tenido que manipular, agradar, soportar, chantajear y causar lástima aceptando su condición dentro de «este mundo falocéntrico», hay algunas que han hecho más que eso, confiriendo a sus vidas valor y poder, pese a las «desventajas de su sexo»; éstas, en el camino, nos han legado mucho más de lo que nos podemos imaginar, para muestra están: Safo, Hildegarda de Bingen, Juana de Arco, Cleopatra, Sor Juana Inés de la Cruz, Mary Wollstonecraft, las dos Isabeles: la de Inglaterra y La Católica; Jane Austen, Emily Davidson, Mata-Hari, Alexandra David-Néel, Rosa Bonheur, George Sand, doña Josefa Ortiz de Domínguez, Margaret Thatcher, mi tía Concha Borja, mi tatarabuela Luisa —que se hizo rica con la cochinilla en las Islas Canarias— y quizá alguna que usted conozca y quiera agregar a la lista.
Puede ser, como dice Jorge Ibargüengoitia, que las mujeres en bola se quejen de todo, «de sufrir más que los hombres, de trabajar más que ellos, y, paradójicamente, de no servir más que de adorno, pero cuando un hombre llega a su casa, le cuesta trabajo entender que las mujeres de su familia, aquellos seres que ve ahí sentados tan tranquilos, tan seguros de sí mismos, forman parte de un grupo oprimido, postergado y sometido». Y es verdad, hay mujeres muy tontas —y hombres más— y las hay brillantes. «La inteligencia es asexual» —dice, de nuevo Ibargüengoitia—, aunque también hay estupideces de sexo: comprar un coche deportivo de un millón de pesos o llorar porque perdió tu equipo favorito son estupideces totalmente masculinas; mientras que gastarse todos los ahorros en unas chichis nuevas o en una bolsa de marca son estupideces absolutamente femeninas.
El mundo no puede dividirse por sexo, porque esta clasificación es pobre y poco significativa; además, ya no se justifica. Es más divisible en términos de educación, ignorancia, ideología, inteligencia, conciencia, juicio, y en eso, tanto hombres como mujeres —hoy en día y gracias a la píldora anticonceptiva, diría mi madre— pueden rifársela en uno u otro lado, y esto puedo afirmarlo porque yo tengo una amiga que es doctora en física, independiente, creativa y autónoma, y su hermana es sumisa, dependiente de su marido y hazmerreír de sus hijos. Y así como vemos mujeres que destacan por su inteligencia y sus conocimientos, vemos otras que participan en concursos de belleza sin empacho alguno. Así es y no hay nada qué hacer al respecto, porque si nos ponemos a examinar al otro sexo, el masculino, veremos que pasa lo mismo.
Del machismo a la misoginia
Pero, como decía al principio, lo que es insoslayable es el hecho de que la sociedad ha sido machista y en ésta también se ha insertado la tradición misógina —es decir, la que odia a la mujer—. Tomando en cuenta lo anterior, me di a la tarea de recopilar una selección de frases en contra de las mujeres; algunas ciertas, otras no tanto, otras mordaces, otras inteligentes, otras simplemente muestran la ideología de una época y una educación, y muchas más reflejan el miedo que se les tiene desde tiempos ancestrales. El tema da, y de sobra, pero el espacio no, así que ahí le van. Disfrútelas, pero eso sí: no se las tome demasiado en serio.