Algarabia
Carlos Bautista Rojas
Ahora es muy fácil tomar cualquier libro de historia y remontarse a los orígenes de la civilización que surgió en los alrededores del Nilo; pero, ¿cómo se recuperó esa memoria histórica que parecía sepultada para siempre bajo la arena?
Ahora es muy fácil tomar cualquier libro de historia y remontarse a los orígenes de la civilización que surgió en los alrededores del Nilo; pero, ¿cómo se recuperó esa memoria histórica que parecía sepultada para siempre bajo la arena? ¿Por qué una fallida campaña militar fue fundamental para que se desatara el interés por la arqueología?
Una de las claves para que Napoleón ascendiera tan rápido en el poder y se convirtiera en «emperador de Europa», fueron las personas de las que se rodeó para emancipar su imagen. Una de ellas fue el barón Dominique Vivant Denon, quien había sido diplomático durante los reinados de Luis XV y Luis XVI, y supo ponerse bajo la protección del pintor Jacques-Louis David durante el periodo revolucionario.
Vivant, gracias a su amplia cultura y a sus vínculos diplomáticos, hizo amistad con Joséphine de Beauharnais, quien tenía poco de haberse divorciado y ya mantenía una relación con Napoleón Bonaparte. Como Vivant, varios «sobrevivientes» a la monarquía —entre los que se encontraba Talleyrand, principal artífice de la política napoleónica— vieron en Bonaparte la oportunidad para recuperar el poder que alguna vez detentaron y por ello lo catapultaron a los círculos más exclusivos de la milicia.
Debilitar a Inglaterra
Las ambiciones de Napoleón —quien venía de una exitosa campaña en Italia— inquietaron al Directorio que gobernaba Francia, pero también lo consideraron una oportunidad única contra los ingleses. Por ello, le propusieron que planeara la invasión de Inglaterra: en el remoto caso de que Napoleón triunfara, la victoria sería para el Directorio; si era derrotado, sería la ocasión ideal para deshacerse de alguien que les significaba un riesgo.
«La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo»
Napoleón
Napoleón y sus asesores consideraron que era imposible superar las fuerzas navales de los anglosajones, pero propusieron un plan para debilitarlos: cortar el paso de las materias primas que llegaban de sus colonias en la India si lograban dominar el territorio egipcio.
La Corona británica, que tenía pocos años de perder sus colonias en América, estaba preparada para una campaña como la que fraguaban los franceses y, por ello, tenían espías por toda Europa, al pendiente de cualquier amenaza.
La invasión de Egipto
El 19 de mayo de 1798, Napoleón zarpó del puerto de Tolón con más de 300 barcos, en los que llevaba 16,000 marinos, un ejército de 38,000 soldados, mil cañones y más de 700 caballos. Los primeros reportes de los espías advertían que el objetivo de los franceses sería Irlanda; pero, en cuanto Bonaparte tomó Malta, el almirante británico Horatio Nelson movilizó la flota británica en el Mediterráneo en su búsqueda. Los franceses ya habían desembarcado en Alejandría.
Con lo que no contaban los franceses —además de las inclemencias del desierto y el sol abrasador— fue pelear contra los mamelucos, la casta guerrera al servicio del Imperio otomano: 40,000 soldados bloquearon a los franceses a unos cuantos kilómetros de llegar a El Cairo. Napoleón repelió a los árabes con 21,000 soldados. Los mamelucos, aunque eran excelentes jinetes y arqueros, nada pudieron hacer contra los mosquetes y los cañones. Luego de una hora de cargas de caballería árabe contra potencia de fuego europea, los franceses ganaron la batalla con sólo 300 bajas. Los mamelucos se retiraron dejando en el campo a 5,000 de sus soldados —entre muertos, heridos y prisioneros.
«Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan».
Napoleón a sus soldados en Egipto
«Modernizar» la nación árabe
Napoleón llegó a Egipto con la idea de establecer una nación moderna que fuera ejemplo de lo que cultura europea podía sembrar en otras regiones. Para ganarse la simpatía de los egipcios, alabó los preceptos islámicos y se quiso presentar a sí mismo como un «liberador» del poder mameluco, que llevaba siete siglos de influencia en la zona.
Bonaparte promulgó leyes para acabar con la esclavitud, con el feudalismo y para preservar los derechos de los «ciudadanos» con la aprobación del Diwan, la asamblea de notables que gobernaba El Cairo. La guerra parecía ganada: en menos de un mes, Napoleón controlaba Egipto.
Labor científica
Entre el millar de civiles que se sumaron al contingente militar, había 154 científicos que eran expertos en diversas disciplinas: biología, geografía, ingeniería, historia y, por supuesto, arqueología.
Conformaron la Comisión de las Ciencias y de las Artes del Ejército de Oriente. Todos, bajo la dirección de Vivant Denon, realizaron trabajos de ingeniería, urbanismo e introdujeron mejoras de estructura en el territorio que ocupó el ejército francés. Estudiaron la posibilidad de construir un canal entre el Mediterráneo y el mar Rojo desde Suez
una idea que se remontaba a los textos de Goethe.
Los científicos recorrieron Egipto durante dos años, tiempo durante el cual copiaron inscripciones de ruinas y monumentos. También realizaron estudios etnológicos, de geología, zoológicos y botánicos. Toda esta información se recopiló en Description de l’Égipte, publicado en 20 tomos entre 1809 y 1822. Durante décadas, fue la máxima referencia de la civilización egipcia.
Fracaso de la campaña militar
Los egipcios jamás dejaron de considerar a los europeos como invasores y un riesgo para sus costumbres y su religión. Los problemas con la población se agravaron cuando los franceses establecieron impuestos y multas por no acatar sus leyes.
En agosto de 1798, como Napoleón lo temía, el almirante Nelson sorprendió a la flota francesa en Abukir, mientras los marinos estaban en tierra. Las tres horas que duró el ataque tuvo pérdidas irreparables para Francia: 1,700 muertos, 600 heridos y 3,000 prisioneros. Al mes, el Imperio otomano se alió con Gran Bretaña para expulsar a los franceses y, en octubre de ese mismo año, en El Cairo se organizó una sublevación contra la administración gala.
En febrero de 1799, Napoleón ordenó a sus generales que mantuvieran el control de las ciudades aledañas al Nilo, pero, al no disponer de la flota, los franceses estaban aislados para recibir suministros. Napoleón no quería rendirse tan pronto; fiel a su plan original, partió con 13,000 soldados hacia Siria para contrarrestar al ejército árabe y para bloquear los suministros de Inglaterra antes de la primavera de 1800.
El desierto del Sinaí, sucesivas batallas y una epidemia de cólera diezmaron las fuerzas francesas al grado de que Napoleón decidió dejar al mando al general Kléber para regresar a Francia y allá, el 18 brumario —según el calendario revolucionario— dar el golpe de Estado que puso fin al Directorio e imponerse como Jefe militar.