María del Pilar Montes de Oca Sicilia
—Ire, señito, cuando le pase una cosa como ésta usted debe fijarse bien en algo. A ver, dígame, ¿en qué se debe de fijar primero?
Iba yo manejando con mucha prisa a las 6 de la mañana para dar clase de 7 en el Tec de Monterrey, así que, como buena ciudadana de esta impune Ciudad de México, en cuanto vi la luz ámbar en un crucero aceleré —porque esto se debe hacer cuando está la luz en ámbar, ¿o no? Eso de reducir la velocidad es una falacia—, lo que no impidió que a medio cruce el semáforo se pusiera en rojo, lo cual significaba que... me acababa de pasar un alto.
el mejor consejo 1
Intenté continuar mi camino, pero con gran desilusión y fastidio me percaté de que una patrulla me indicaba que me detuviera. Ni modo, me «orillé a la orilla» —tal cual, como ellos me indicaron— y saqué mi licencia para mostrársela al uniformado.
El poli se acercó a mi ventanilla y, con la acostumbrada amabilidad que despliegan en estos casos, me empezó a aleccionar acerca de lo peligroso que puede ser manejar con descuido. Yo, por supuesto, me deshice en disculpas y prometí que no volvería a pasar. Comprensivo, el agente del orden se dispuso a darme un último y utilísimo consejo.
—Ire, señito, cuando le pase una cosa como ésta usted debe fijarse bien en algo. A ver, dígame, ¿en qué se debe de fijar primero?
Mi mente comenzó a elucubrar respuestas. «¿En que el semáforo tenía que estar en verde? ¿En que no debí ir whattsapeando? ¿O maquillándome?
¿O comiendo? ¿Debía salir más temprano para no ir con prisa y pasándome altos para llegar a tiempo?»
La respuesta del policía —que me vio indecisa, por lo que respondió a su propia pregunta— fue sabia, lógica y contundente.
—Ps fácil, señito, antes de pasarse el alto nomás fíjese que no venga una patrulla atrás.