La distinción llega en un momento perfecto, porque al mundo le falta espiritualidad, dice a La Jornada Carlos Ogarrio, enlace del galardonado con el exterior
Don Chapo, como es conocido, no es curandero ni brujo; busca dar a las personas un tesoro: la felicidad, señala el profesor
Periódico La Jornada
El gobierno de México otorgó el Premio Nacional de Ciencias, Artes y Literatura 2017, en el rubro de Artes y Tradiciones Populares, a un chamán de la etnia seri (comcáacc, en su lengua).
Por su fuerza como líder espiritual que expresa los valores estéticos del pueblo Comcáacc de manera integral y que trasciende a las nuevas generaciones, don Francisco Barnett Astorga fue distinguido con el máximo reconocimiento que otorga la República a sus creadores culturales.
Don Chapo, como lo llaman en su comunidad, no habla español. Vive en Punta Chueca (municipio de Hermosillo), poblado con poco menos de 200 viviendas, justo donde el desierto desemboca en el Golfo de California, a pocos pasos de la isla Tiburón, la más grande del país.
Es otro mundo, el hogar de los hombres de arena, como llamaron los yaquis a los seris, descendientes de nómadas guerreros, hoy transformados en pescadores.
Ahí es donde Chapo Barnett, a sus 79 años, cura el espíritu de quien se acerca con dolencias físicas, con un profundo conocimiento de plantas medicinales, de piedras a las que se atribuyen virtudes mágicas; sabe los movimientos corporales necesarios y, sobre todo, sabe los cantos que son el idioma de los espíritus, explicó la Secretaría de Educación Pública (SEP) en el comunicado donde se anunció su premio.
El galardón llega en un momento perfecto, porque lo que más le hace falta al país y al mundo es espiritualidad, ni religión ni política, sino espiritualidad, la esencia del ser humano, dice a La Jornada Carlos Ogarrio, profesor de la Universidad de Sonora, estudioso de la cultura y tradiciones de los de comcaácc, y enlace de don Chapo con todo lo que hay afuera del entorno que rodea al chamán.
Nos hace falta la sensibilidad hacia lo vivo, hacia el planeta. Dejar de ver todo como recursos para explotar, sino como seres vivos, esa es la enseñanza de don Chapo, reitera el investigador quien desde hace 25 años es testigo del quehacer del haaco cama (hombre medicina, en idioma comcáacc).
Ogarrio cuenta que fue la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) la que apoyó la candidatura de Barnett al premio nacional de artes.
Les ayudé con información para formar el expediente, añade. “A Chapo lo conocí en 1992 cuando vino a Hermosillo para participar en una ceremonia con un jefe de la tribu dakota, en la cual algunas personas van a orar a una montaña durante cuatro días, sin tomar alimentos ni agua, mientras los chamanes esperan abajo con sus cantos y danzas rituales, pendientes de que todos estén bien. Ese es el trabajo espiritual que hace don Chapo.
Un chamán posee el conocimiento de la naturaleza, la cual nos provee de todo, por ejemplo, de las plantas medicinales que él conoce muy bien. Pero también cura a través del canto, pues conoce también la naturaleza humana. Él dice que la sanación debe ser emocional para restaurar y equilibrar el cuerpo, y hacer que las personas recuperen la serenidad y la felicidad.
Hasta Punta Chueca, pueblo que queda a unos 30 kilómetros de Bahía de Kino, llegan decenas de personas de todo el mundo en busca de los saberes del chamán, entre ellos artistas y algunos famosos, “pero no como los de Televisa, sino artistas de verdad, reales, sinceros, creadores de arte y cultura por inspiración, no por negocio. Políticos no, porque ellos desconocen este mundo, viven en lo material.
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Don Chapo no habla español. Vive en Punta Chueca (municipio de Hermosillo), poblado con poco menos de 200 viviendas, justo donde el desierto desemboca en el Golfo de CaliforniaFoto Carlos Ogarrio
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Chapo está entusiasmado con la idea de visitar al presidente Enrique Peña Nieto; piensa cantar o hacer alguna oración cuando visite Los Pinos, si se lo permitenFoto Carlos Ogarrio
“Chapo no es curandero ni brujo. No lee la mano para decir a quién le va a ir bien o mal, o quién se va a ganar la lotería. Es un hombre que busca dar a las personas un tesoro: la felicidad, la cual se adquiere a través de la disciplina y de la salud, del desapego material. Por supuesto, quien viera a Chapo andar por las ciudades, lo calificaría de loco, pero ese no es su mundo.
Muchas personas ni saben a qué van, pero llegan con él, porque todos tenemos algo que se llama intuición. La espiritualidad es lo que guía hacia don Chapo, tener alguna enfermedad del cuerpo y del alma. Chapo con sólo ver a las personas sabe qué necesitan, y los atiende, toma algunas plantas, las sopla hacia la persona y, sobre todo, les canta, hasta que poco a poco va cambiando la actitud o el estado de ánimo de quien es sometido al ritual.
En una ocasión, el investigador tuvo oportunidad de acompañar al chamán a una ceremonia con indígenas en el Amazonas, fuimos a la tribu huitoto, donde se dieron cita más de 400 pueblos indígenas, y fue sorprendente ver cómo se comunicaron todos ellos, aun cuando hablan lenguas diferentes. Se entendieron a la perfección mediante el lenguaje que llamamos de la armonía, un lenguaje corporal, anímico, gestual. Fue el entendimiento sin palabras, una gran retroalimentación.
Apenas se supo del galardón al chamán seri, Ogarrio fue a avisarle. La noticia, afirma, le causó felicidad a don Chapo, quien en su lengua se llama Cazzim (hermoso), pero no dijo más, “no piensa en el dinero que recibirá, creo que ni siquiera lo sabe. Él está en otra frecuencia, entero, muy fuerte físicamente.
“Lo que sí le entusiasmó fue tener la oportunidad de visitar al Presidente que, como a muchos líderes en el mundo, se le refleja la maldad del pueblo, pues los gobernantes son reflejo de su rebaño. Hará algo espontáneo, quizá cantar o alguna oración, si se lo permiten en Los Pinos. Él ya le cantó en Alemania a los líderes que participaron en el Grupo de los Diez.
Don Chapo lo único que quiere es compartir su alegría, transmitir un mensaje de amor, emociones que van junto con la salud para conformar la trinidad más importante, pues él quiere que el mundo retome su camino, ya que a la vida venimos para ser felices, por eso él canta y baila, siempre en éxtasis.
Las enseñanzas de don Chapo las recibió de su padre, don Miguel, quien vivió 100 años y del que sólo se sabe que quedó huérfano muy niño; se crió solo en la isla Tiburón, hasta que se unió a un clan. No se sabe quiénes fueron los padres de Miguel, vivió de manera silvestre su infancia y adolescencia. Cuando fue la persecución de los seris por parte de los ganaderos mexicanos, en un rancho lo recibió un inglés que lo bautizó con el apellido Barnett.
Raymundo, uno de los seis hijos de Chapo está en camino para convertirse en chamán, pues la enseñanza no se acaba; y todavía están sus nietos, tiene como 20, celebra Carlos Ogarrio.
Los galardonados con el Premio Nacional de Artes y Literatura también son distinguidos con su ingreso como creadores eméritos al Sistema Nacional de Creadores de Arte.