La jornada
Ciudad de México. Con equipos sofisticados de tecnología espectroscópica, científicos del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) participaron en el diagnóstico de la estatua de El Caballitode Carlos IV, cuya superficie fue dañada hace cuatro años por formas inadecuadas de mantenimiento.
La estatua ecuestre de Carlos IV es un invaluable ejemplo del arte barroco mexicano, creado por el célebre arquitecto Manuel Tolsá, entonces director de la Academia de San Carlos.
Integrantes del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (LANCIC), coordinados por José Luis Ruvalcaba Sil, colaboraron para conocer la composición del metal de la escultura a fin de formular un diagnóstico y contribuir a su restauración.
Los equipos portátiles del LANCIC, especializados en técnicas no invasivas, más la experiencia del grupo de investigadores, fueron fundamentales para su restauración.
En la primera etapa de trabajo, durante 2014, los universitarios encontraron que la composición era 90 por ciento de cobre, y el resto de otros elementos como plomo, zinc y estaño en pequeñas cantidades, distribuidos de manera heterogénea.
El hallazgo fue significativo para la restauración, pues la composición no correspondía a la aleación de bronce (que resulta de la mezcla del cobre con otros elementos) que se esperaba a partir de información histórica.
“También encontramos residuos de pintura y cera de candelilla en la superficie. Fue un trabajo complicado; la primera etapa se hizo con los equipos portátiles en seis días, mientras lo permitía la lluvia y la luz del día. El esfuerzo de investigadores y estudiantes fue agotador, pero exitoso”, indicó Ruvalcaba Sil.
Posteriormente, la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reiteró la invitación para continuar en el proyecto.
Se hizo un estudio sobre las calas, es decir, toma de muestras no invasivas, para conocer los materiales originales mediante microscopía óptica y espectroscopía de rayos X”.
Los universitarios utilizaron una técnica de medición de la luz llamada espectroscopía de reflectancia, que permite averiguar la naturaleza de los recubrimientos, en particular de la capa que, de acuerdo con Alejandro de Humboldt, era de color verde.
Aunque “no se pudo determinar con exactitud la composición del recubrimiento que le dio Tolsá a la escultura en 1803, pues no hay suficientes elementos”, reconoció el investigador.
La estatua fue restaurada por personal especializado del INAH a partir de los análisis de sus laboratorios y de las instituciones que colaboraron.
La contribución del LANCIC consistió en aplicar la experiencia de su personal y el uso de sus equipos portátiles y estudios de laboratorio, únicos en México, con capacidad de hacer análisis in situ de forma no destructiva.
En el grupo de los universitarios se sabía de la importancia de la escultura, por lo que se debía hacer lo imposible por recuperarla. Es una de las estatuas más grande del mundo. Su peso, de seis toneladas, implica un complejo proceso de su fundición.
Actualmente, el LANCIC está integrado por cinco entidades: los institutos de Física, de Química y de Investigaciones Estéticas de la UNAM, además del Laboratorio de microscopía del ININ en Salazar, Estado de México, y el Centro de Investigaciones en Corrosión de la Universidad Autónoma de Campeche.