La Jornada
Un tema que no se verá en la exposición Diego Rivera y la experiencia en la URSS es el de los alcatraces. En cambio, los dos viajes que el pintor y muralista realizó a la extinta Unión Soviética, primero en 1927 y luego en 1955, son objeto de una revisión exhaustiva de los dos recintos que llevan su nombre.
Los museos Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, y Mural Diego Rivera alojan 289 piezas, entre óleos, acuarelas, dibujos, objetos, documentos, fotografías, carteles y video.
Esta profunda y acuciosa investigación, nacida de los archivos que resguarda el Museo Casa Estudio, fue trabajada por los curadores María Estela Duarte y Mariano Meza Marroquín, quienes entregaron una investigación original, que se basa en nuevas informaciones y abordajes sobre temas tal vez muy conocidos, estudiados mediante enfoques también conocidos, para llegar a las conclusiones de siempre, expresó en rueda de prensa Luis Rius Caso, director de ambos recintos.
La exhibición arroja luces y corrige errores. Por ejemplo, tres acuarelas cuyos personajes siempre fueron catalogados como arroceros de Veracruz, gracias a la bitácora de Emma Hurtado, cuarta esposa de Rivera, fueron identificados como rusos.
Según Rius Caso la exposición cierra el triángulo que propuso Bertram Wolfe para estudiar a Rivera, cuyas aristas contemplaron, además, el nacionalismo mexicano y sus múltiples vertientes, así como su relación con Estados Unidos.
En el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, ubicado en Altavista esquina Diego Rivera, San Ángel, se exhibe el primer núcleo de la exposición referente al artista guanajuatense en Montparnasse, París, en 1909, donde conoció y retrató a varios colegas rusos, así como obra relacionada con su primer viaje gracias a una invitación para asistir al décimo aniversario de la revolución rusa. Duarte habló de la dificultad de localizar dichas obras y consideró que falta 30 por ciento.
Está expuesto lo que estuvo a nuestro alcance para recuperar, agregó. En México hay pocos dibujos y cuadros, en el Museo de Arte Moderno en Nueva York están las acuarelas del desfile del primero de mayo que no nos prestaron.
También, intentamos con mucho tiempo de anticipación que el Museo Puskin nos prestara un cuadro de la esposa del embajador ruso que Diego pintó en 1929, de regreso del viaje; sin embargo, tampoco pudo llegar a tiempo.
Igualmente, faltarían revisar los archivos del hospital Botkin, del Ejército Rojo, de la Academia de Bellas Artes, del desfile del décimo aniversario de la revolución rusa, entre otros.
Por su parte, el Museo Mural Diego Rivera, localizado en Colón 7, Centro Histórico, muestra obra representativa del viaje de 1955 a la URSS que surgió a raíz de un reconocimiento que se le concedió al artista.
Ya enfermo de cáncer, Rivera quiso aprovechar la ocasión para someterse a la cobaltoterapia. Para este núcleo se contó con el archivo de Emma Hurtado, quien lo acompañó en el viaje, que fue facilitado por su sobrino, el arquitecto Juan Hurtado.
Un punto de enlace entre los dos recintos es una serie de carteles que la investigadora Valentina García Burgos encontró en su momento en la Casa Estudio. También dio con unas placas fotográficas que el gobierno soviético había dado a Rivera para realizar murales en 1927. Tras ser restaurados, una docena de los carteles se muestran en el recinto del centro, mientras dos más se exhiben en San Ángel.
Los carteles son de la época 55/56 y demuestran que Diego pudo acoplarse al sistema del realismo socialista.
La exposición deja de manifiesto lo que significó Rusia en la vida de Rivera desde 1909 hasta su muerte. Aparte de llevar toda la parte de la doctrina socialista a sus murales, amó a esa nación hasta el último de sus días, precisó Duarte.
La muestra se hará acompañar de un catálogo que será de estudio obligado, aseguró la curadora, quien auguró que ésta será una exposición impactante: Estoy segura de que de Estados Unidos, Rusia y muchos otros lados van a voltear a verla.