Campanario, que aludiendo a una temática post-19 de septiembre, fue la ganadora del Pabellón Eco 2018
ARYDIA BARAJAS/ ESPECIAL
Campanario en el Museo Experimental El Eco.
CIUDAD DE MÉXICO.
La exposición Campanario es una construcción mostrando su origen: una trama de varillas sostienen platos de cobre, permitiendo sismos que crean colisiones sonoras activadas por el espectador (simultáneo músico y habitante). La estructura se mueve sin problema, aludiendo a una cuestión post-19 de septiembre.
Alojada en el Museo Experimental El Eco hasta el 20 de mayo, esta creación del colectivo TO ganó el concurso Pabellón Eco 2018. Responde al saber hacer, el oficio de construir, tema curatorial de Isaac Broid, quien fue parte del jurado junto a Rozana Montiel (arquitecta), Jorge Munguía (de Buró Buró), Paola Santoscoy y David Miranda (ambos por parte del museo).
La arquitectura musical de Campanario es 100% reutilizable: las varillas irán a construcciones, los 144 platos se venderán y el dinero recaudado será donado.
Dirigido por José Amozurrutia y Carlos Facio, TO ganó recientemente el Pabellón de la Feria Internacional de las Culturas Amigas en el Zócalo de la Ciudad de México. Para ellos, saber hacer en la arquitectura es como dominar un instrumento musical, porque puedes evocar significados, hacer música o ser un intérprete; es poder componer y construir a partir del propio lenguaje de la arquitectura.
Los colectivos finalistas seleccionados de acuerdo con su experiencia constructiva fueron: Práctica Arquitectura (Monterrey), Lanza Atelier, Taco (Mérida), Álvaro Lara y Casa Blanca (Guanajuato). Sobre algunos, Paola Santoscoy, directora del museo, menciona que representaban muchas semanas de construcción y basura en la demolición, por lo cual evitaron esa situación post-sismo, no querían más tierra. Bajo ese contexto, Campanario ganó por decisión unánime del jurado debido a una notable síntesis de materiales.
Como actividad paralela, en la sala Daniel Mont se exhibe Horizontes de ocupación, del artista Miguel Ángel Madrigal, una crítica a la especulación inmobiliaria, en una discusión post-sismo sobre la arquitectura parasitaria que nos ha privado de la luz natural, borrando el límite entre el espacio público y el privado. Un video mudo y la curaduría de David Miranda acompañan esta obra que no es arquitectura funcional, sino emocional, igual a la del museo.
Con una sola pieza muestra edificios a escala, deshumanizados en blanca monocromía; fue construida por luz artificial en diversas tonalidades, al igual que la música: es ahí donde dialoga con el Campanario de TO.
La obra estuvo en el museo tres semanas antes del montaje para ver cómo funcionaba la iluminación y el espacio. Según el artista, “no hay otro lugar en el que podamos ponerla”. A manera de cámara obscura, parece un juego de espejos o dioramas reproduciendo una imagen; pero en realidad, las escaleras, pasillos, balcones y habitaciones son un mundo tridimensional que engaña la vista del espectador; nace en el muro y únicamente puedes recorrerlo con la mirada. Aquí se diferencia de Campanario, el cual brinda un desplazamiento corporal por dentro y por fuera.
Madrigal afirma que le lleva más tiempo conceptualizar lo que hará, en cambio es rápido con la factura porque se le facilitan los materiales. Para no auto repetirse, cuando cree haber encontrado una solución, brinca de la geometría a las formas orgánicas y viceversa; aunque sí hay constantes en su obra: espacio, equilibrio y negociación.
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