Formar un buen catálogo no depende de la oportunidad de los títulos, sino de la calidad y coherencia de los autores, sostiene en entrevista
La FILU en Xalapa concluyó ayer
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Para el autor de El mundo bajo los párpados, el editor es un tahúr; necesita coraje, partir de tener algo de dinero, no endeudarse sin pensar, poseer un pequeño capital para invertir, y lo más importante: ideas y culturaFoto Luis Humberto González
Ericka Montaño Garfias
Periódico La Jornada
Un editor es un tahúr y lo primero que necesita es coraje, sobre todo ahora cuando nacen muchas editoriales, lo cual habla de la diversidad en la sociedad civil, sostiene el editor y escritor Jacobo Siruela.
Siruela recibió la semana pasada la medalla al mérito de la Universidad Veracruzana, en la edición 25 de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que se desarrolló en Xalapa y concluyó ayer.
Jacobo Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo nació en Madrid en 1954 y desde 1980 se dedicó a la edición de libros. Fundó la editorial Siruela, que después vendió al grupo Anaya, y creó un nuevo sello: Atalanta.
Ese proyecto, explica en entrevista con La Jornada, ha sido más maduro, más personal. No es una editorial de autores, es de ideas. Comencé a editar porque me gustaba leer y dejé de editar porque me gustaba leer; fue cuando decidí vender Siruela, retarme y dedicarme a leer tranquilamente, investigar, escribir y a Atalanta, que posiblemente sea la única editorial en el mundo cuya sede está en el campo.
Hoy se puede editar o hacer cualquier cosa desde cualquier lugar; nuestros colaboradores cada uno está en una ciudad diferente; cuando me di cuenta de que eso podía ser posible empecé la aventura de Atalanta, que en su catálogo incluye autores como HG Wells, Alejo Carpentier, Iván Turguéniev, Thomas de Quincey o al mismo Jacobo Siruela con El mundo bajo los párpados y el más reciente Libros: secretos.
–Esa facilidad de que una editorial pueda estar en cualquier lado, ¿hace más fácil fundarlas?
–No. Evidentemente, es muy difícil. Primero, porque hay saturación y mucha competencia. Además, ahora todo está muy disperso. Sin embargo, existe algo que ha ocurrido en España: han surgido muchísimas pequeñas editoriales, que no están nada mal, como en todo no todas son estupendas, pero en general es muy interesante.
“Esto me provoca optimismo porque supone un cambio en el mundo, y creo que los cambios por supuesto no vienen de arriba; a los políticos es mejor olvidarlos.
“Los cambios tienen que venir de la sociedad civil, de abajo a arriba, no de arriba a abajo, y creo mucho en las pequeñas empresas, en las medianas, que son las que verdaderamente innovan.
Está surgiendo una especie de diversidad en la sociedad civil que me parece un signo esperanzador e interesante, porque la tónica que parecía irrevocable, era que las multinacionales se comerían todo, que todas las editoriales iban a terminar en manos de tres o cuatro personas.
–Hablando de estos cambios y del nacimiento de pequeñas editoriales, ¿qué se necesita hoy para ser editor?
–Ser tahúr, porque el editor es un tahúr; lo primero que necesita es coraje, evidentemente partir de tener algo de dinero, no endeudarse sin pensar, poseer un pequeño capital que invertir; pero lo más importante, tener ideas y cultura. Si uno quiere formar un catálogo bueno debe entender que esto no se mide por la oportunidad de los títulos, sino por la calidad y coherencia de los autores. Tiene que haber una idea detrás, porque de lo contrario es un cajón de sastre en el que caben todos los retales y se acaba víctima del mercado.
El editor tiene que conciliar dos principios irreconciliables, que son cultura y comercio; entonces la ética y estética del editor tiene que ver con la correcta conciliación de esos contrarios imposibles.
–¿Se está logrando?
–No es fácil, pero creo que sí, que van surgiendo nuevos sellos con propuestas interesantes, coherentes, y con gente muy trabajadora. Hay fórmulas por supuesto, pero no para la literatura, las hay para los best sellers y los estadunidenses las siguen muy bien: editan un libro, saben cómo editarlo, corrigen, dicen al autor lo que tienen que hacer y cómo; también hay fórmulas de mercadotecnia, pero eso nada tiene que ver; las obras importantes o de cierta relevancia literaria no tienen nada que ver con eso, nunca.
“Las obras literarias de calidad surgen de algo que nada tiene que ver con el marketing. Nunca he estado interesado en ese tipo de edición. Me ha ido bien, he hecho cosas absolutamente anticomerciales. Por eso digo que Atalanta empezó a contracorriente y al final acaba creando una corriente. Eso es lo divertido de esa vida.”
–Y ahora que todo mundo quiere ser escritor, ¿qué se necesita para llamar la atención de un editor?
–Para eso tampoco hay fórmulas; si las hubiera esto no tendría ninguna magia, no hay fórmulas para nada. Por un lado hay una parte positiva: todo mundo tiene talento, cierta creatividad que debe desarrollar, es importante que cada persona encuentre la manera de desarrollar sus talentos. La creatividad es una de las cosas importantes del ser humano, cada persona tiene un don, pequeño o grande. Sin embargo, muchas veces lo que quieren es ser famosos o ricos, y eso no tiene ningún interés.
Si las personas actúan por necesidad creativa, entonces está bien, pero no hay fórmulas: uno de los problemas es que hay demasiados libros. Es una cosa agobiante la cantidad de libros.
Jacobo Siruela participó en la mesa Atalanta: los libros detrás de los párpados, en el Foro Sergio Galindo de la FILU, y en la inauguración del foro académico El lenguaje en la construcción de identidad, en el que se entregaron las medallas al mérito de la UV al editor y la lingüista, investigadora y académica Concepción Company. Al término de ese acto Jacobo Siruela ofreció una conferencia magistral.