La Redacción
Había una vez... una colección de historias que contaban los campesinos de Francia, Alemania y otros países europeos, y que durante siglos les sirvieron únicamente para divertirse.
Había una vez... una colección de historias que contaban los campesinos de Francia, Alemania y otros países europeos, y que durante siglos les sirvieron únicamente para divertirse. En algún momento, una serie de escritores «serios» como los hermanos Grimm, Charles Perrault o Hans Christian Andersen, retomaron estas narraciones y le dieron un tratamiento distinto. Y, en el siglo xx, estas versiones cambiaron aún más —muchas de ellas, gracias a Walt Disney— y se convirtieron en una versión muy light del original. A que no te sabías éstas...
En Hansel y Gretel, es la madrastra quien convence al papá, tras mucho tiempo de maltratarlos, de que los abandone en el bosque para que los maten los animales.
A Cenicienta la ayudaban las palomas que vivían junto a la tumba de su madre. Ella iba a rezarle y «su espíritu» influía en las aves.
Cuando la bruja de Rapunzel descubre el romance con el príncipe, manda a la chica de las largas trenzas al desierto —sin comida ni agua—, embosca al príncipe y lo deja vagando sin ojos hasta que los enamorados se encuentran y las lágrimas de la joven curan al príncipe.
Antes de los Grimm, Caperucita Roja no usaba caperuza. El lobo se come a la abuela, hace que Caperucita se coma el corazón y beba la sangre de su abuela, y luego la hace desnudarse completamente antes de devorarla. No había leñador, ni piedras... y mucho menos final feliz.
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