La agrupación Ballets Jazz promete dos noches de ‘‘diferentes colores’’, adelanta su director artístico
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▲ Integrantes de la compañía Ballets Jazz de Montreal.Foto Cortesía de la agrupación
Merry MacMasters
Periódico La Jornada
La compañía Ballets Jazz de Montreal (BJM), con trayectoria de 45 años, regresa a México para participar en Danzatlán, Festival Internacional de Danza, con tres obras que prometen dos noches de ‘‘diferentes colores”, adelanta su director artístico, Louis Robitaille, en videoconferencia.
Con funciones el 11 y el 14 de julio en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris (Donceles 36, Centro Histórico), el programa se abrirá con O balcao de amor, del coreógrafo israelí Itzik Galili, quien se inspiró en un viaje a Cuba, donde le impresionó la música de la isla, en especial la de Dámaso Pérez Prado, de los años 50 del siglo pasado. Para Robitaille, el mambo es una música internacional ‘‘muy conocida y también parte de mi propia memoria”.
Sigue el dueto Closer (2006), del francés Benjamín Millepied, quien lo creó originalmente con Celíne Cazón, bailarina de la compañía.
Esa obra, de 18 minutos, algo largo para un dueto, utiliza música de Philip Glass, descrita por Robitaille como ‘‘hipnótica”.
Es ‘‘matemática, construida con un estilo arquitectónico”. Millepied, además, ‘‘no cae en la trampa de la bravura o el circo; al contrario, recrea la intimidad de una pareja”. Al igual que la música de Glass, ‘‘es minimalista en movimiento y gesto. Es la complejidad en la simplicidad”.
Lenguaje neoclásico
La tercera obra es Cosmos, del griego Adonis Foniadakis, interpretada por los 14 bailarines de BJM. Según Louis Robitaille se trata de una coreografía ‘‘poderosa, enérgica, cuya fisicalidad la transforma en una danza sexy’’. Apunta que Foniadakis es dueño de una voz diferente y personal, con influencias del ballet y de África. Crea frases rápidas que son muy complicadas.
Cosmos, continúa el director artístico, gira en torno la energía caótica de la hora pico en una gran urbe que, a su vez, motiva a los citadinos y esa metrópoli. Tiene que ver con el ritmo de la persona: ‘‘Vivimos en una sociedad que desafía y presiona a las personas. Aunque no somos máquinas, el mensaje es que todos contamos con recursos inesperados que nos permiten siempre ir más allá”.
Ballets Jazz de Montreal es una compañía conocida por su lenguaje neoclásico. Cuando Robitaille llegó a ella en 1998 su objetivo se centraba más en la ‘‘evolución” que en el cambio. Conocía a fondo la agrupación porque en ésta comenzó su carrera hace 45 años. Quiso respetar su herencia, no obstante que llegó con su propio bagaje en particular de danza contemporánea. De allí se propuso trabajar con varios coreógrafos.
Si hace 25 años BJM era una compañía de jazz con influencia de Estados Unidos, hoy ‘‘nos gusta decir que es una fusión de muchos estilos, como el jazz, la danza contemporánea, la de calle y la de salón. También empleamos video, multimedia y acrobacia”. Todo para ofrecer ‘‘una noche de lo que es la danza en la actualidad”.
Mientras, 70 por ciento de los bailarines son canadienses, también hay de Cuba y Polonia. Antes hubo algún mexicano y asiáticos. Para Robitaille la danza es internacional; entonces, no existe la barrera de la lengua. ‘‘Creo en la comunicación y la relación personal”, dice.
Ballets Jazz de Montreal dará una función el 13 de julio en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, en Texcoco.