El cerebro de la mexicana Diana Gómez representará un antes y un después en la investigación de patologías en el Observatorio Cerebral de la Universidad de California, en San Diego.
Minutos después de morir, el cerebro de esta mexicana —oriunda del Distrito Federal— será donado al laboratorio que dirige el investigador Jacopo Annese para su investigación.
Podría ser un dato anecdótico más en este laboratorio que trabaja ya con 50 cerebros, pero el de Diana será el primero en pertenecer a un latino y bilingüe, por lo que servirá para estudiar patologías que atañen con más frecuencia a los hispanos.
"(El mío) será el primer cerebro latino, bilingüe que será estudiado en un laboratorio", exclamó con alegría por su aporte a la ciencia, esta mexicana de 70 años de edad.
En entrevista, Diana se considera una mujer multicultural, que se dedica a reclutar a estudiantes recién egresados de la Universidad de California, en San Diego, para que vayan hacer "servicios de paz a países del tercer mundo. Me dedico a buscar voluntarios".
Y así como busca voluntarios, también ella se ofrece a la investigación, a la ciencia, y con orgullo porta su credencial que la acredita como una "donadora de cerebro".
Lleva 30 años radicada en Estados Unidos, ama a México, le gusta vestirse con ropa autóctona y detalla que una de las cosas que la llevó al laboratorio del doctor Annese —donde se realizan estudios para contrarrestar enfermedades como el Alzheimer—, es porque consideró que sería una "bonita forma de irse del planeta, dejando mi cerebro para que otras personas lo puedan estudiar, a fin de que haya más entendimiento de lo que es y cómo funciona".
"Siempre me he cuestionado desde chica, la forma en cómo funciona mi cerebro. Como dice la canción de Facundo Cabral: no soy de aquí y no soy de allá; soy de un padre mexicano y una madre americana, por lo que hay muchas cosas en mi cerebro y no sabía cómo actuar y responder a la vida", reiteró.
Diana Gómez explicó que su proceso para donar el cerebro fue sencillo, aunque hay que pasar algunas pruebas que se hacen cada año para ir observando el comportamiento de su cerebro en vida, para que después —ya muerto— sea puesto en distintas soluciones que lo harán óptimo para su estudio, donde será rebanado en miles de partes para construir posteriormente un mapa.
"Llevo dos años de estudios. Aquí (señalando con emoción el laboratorio) van llevando mi historia", explicó la mexicana.
Para Diana Gómez, en Estados Unidos aún falta hacer conciencia de lo que significa para la ciencia el cerebro humano, y añadió que este proceso de donación se agrava con gente latina, porque no hay programas sociales para ayudar, ya muerto, a la gente necesitada.
"Amo a México y me gustaría ver en Latinoamérica que aprendieran un poco más de vivir a través de conocimiento y la educación, de lo que es tener un cerebro que sea congruente", dijo.
Diana ahora no sólo busca voluntarios que hagan servicios de paz por el mundo; hoy también tiene el compromiso de ir promoviendo la cultura de la donación para investigaciones.
"Creo que el futuro de nosotros, de nuestros hijos, está en lo que nosotros hacemos en el presente. Debemos seguir haciendo estudios como estos, que estén mezclando ciencia con humanidad, para hacer un planeta de amor y de paz".
Al hacer un recorrido por el laboratorio que dirige el italiano Jacopo Annese se pueden observar muchos cerebros en frascos con hielo dentro de contendores que los mantiene en un estado óptimo para su estudio.
Los investigadores usan una máquina que es capaz de "rebanar" los cubos con los cerebros en miles de láminas, del ancho de un cabello humano. Es decir, cada cerebro se corta en unas tres mil partes, en un proceso que puede demorar hasta 55 horas seguidas.
Posteriormente, las láminas son estiradas, fijadas sobre un vidrio y entintadas para mejorar el contraste e iniciar los estudios correspondientes.
Después de que muere un donador entre más rápida sea la extracción de su cerebro es mejor para un estudio efectivo, por lo que son horas las que se destinan para recuperarlo y trasladarlo al laboratorio, su destino final.
El Observatorio Cerebral cuenta con una biblioteca del cerebro humano, en el que se hace un mapa para conocer cómo funciona éste, y desarrollar posibles curas.
Los expertos que colaboran con Jacopo Annese logran crear, a través de tecnología, una imagen tridimensional del cerebro de una persona, en el que intentan desarrollar y estudiar su estructura, y comprender cómo se maneja su arquitectura.
En el laboratorio hay cerebros de distintas de personas que tuvieron distintas personalidades y profesiones, pero el de Diana Gómez es único por su origen latino, por las posibilidad de conocer a detalle las patologías de los hispanos, un terreno menos explorado.
FUENTE: www.eluniversal.com.mx