Soy duranguense, del estado con forma de corazón que se encuentra en el norte de México. Los inviernos son duros y los veranos aún más. Los paisajes son diversos, y los cielos imposiblemente azules. Todas estas características son las que hace muchos años, a mediados de los años 50, llamaron la atención a la industria hollywoodense para realizar un sinnúmero de producciones western en mi estado, lo que le valió el nombre de La Tierra del Cine.
Crecí en un Durango callado, como se versa en las líneas de su corrido “...callada y tranquila ciudad colonial”. Después de terminar mis obligaciones académicas tuve la necesidad de emigrar; primero a Los Ángeles, luego a la Ciudad de México. Porque aquí, paradójicamente, no había escuelas de actuación.
Esa búsqueda me llevó a participar en un primer largometraje y, con ello, la oportunidad de volver a mi tierra para presentarlo en elFestival del Nuevo Cine Mexicano de Durango.
Comienza el rodaje
Lo primero que notas al llegar es un aroma parecido a cuando está a punto de llover, como si te encontraras a la mitad del bosque y no en la central de camiones de la capital.
La primera parada fue la oficina de Sergio, director de Cinematografía, quien nos recibió con todas las ganas de platicarnos sobre lo que está ocurriendo en Durango. Contó de las películas que se han filmado aquí; de cómo el cine es otra vez parte de la cultura en la ciudad; de Ray Liotta bebiendo café en el Wirikuta (uno de los mejores cafés de la ciudad); de Jesús Ochoa escapándose para ir a las más celebres tortas de la ciudad; de Brendan Fraser bailando en el Privé, y de Damián Alcázar preguntando por la señora de las gorditas del parque. Muchas cosas importantes se han hecho en Durango en los últimos años, desde la multipremiada Guten Tag, Ramón, hasta la serie Texas Rising.
Al día siguiente emprendimos la travesía por los sets cinematográficos del cine clásico. Primero visitamos Chupaderos, un pueblito donde se filmaron decenas de películas western. Los montes llenos de cactáceas y las nubes perfectas como cinceladas en el fondo te hacen creer que en cualquier momento una manada de caballos salvajes saldrá galopando, asustados por un bandido que acaba de robar un banco. Los lugareños nos miran con curiosidad como sabiendo que cualquier persona ajena va en la búsqueda de una historia y todos están dispuestos a indicarte dónde la puedes encontrar.
Después visitamos la calle western, un pueblo de aspecto ordinario que es totalmente extraordinario: es una calle donde vive y trabaja gente, pero las fachadas son comisarías, bancos, cárceles, tiendas de ropa y cantinas donde alguna vez ocurrieron grandes historias de vaqueros que hoy han quedado inmortalizadas en la pantalla.
El último acto
Al día siguiente visitamos Mexiquillo y su impresionante Jardín de Piedras. Nos adentramos un poco en la sierra y entendí por qué Durango puede representar las montañas alemanas o los increíbles bosques japoneses en el cine.
Para terminar, fuimos al mirador, un lugar hermoso en la cúspide de un cerro desde donde se puede admirar mi callada y tranquila ciudad colonial; callada para el que no se toma el tiempo de escucharla, porque Durango tiene mucho que decir. Yo soy de Durango, la tierra de los alacranes, sí, pero también la tierra donde las cosas suceden, donde cualquier sueño es digno de hacerse realidad, La Tierra del Cine.
México Desconocido