En tren ligero, coche o colectivo, cualquier medio es bueno para llegar al Museo Dolores Olmedo si la finalidad es regocijarse con las pinturas de los grandes, pero ahora de los figurones del arte europeo de vanguardia de finales del siglo XIX y principios del XX.
La sola mención de Pierre-Auguste Renoir, Paul Cézanne, Claude Monet, Paul Gauguin, Henri Matisse y Amedeo Modigliani, es capaz de atraer multitudes. Pero, luego, agregue a Pablo Picasso, Henri Rousseau, André Derain, Maurice Utrillo y, por vez primera en México, Chaïm Soutine, los resultados se traducen en un congestionamiento vehicular constante –falta lugar para estacionarse– afuera del recinto ubicado en avenida México 4853, La Noria, Xochimilco, y una fila de visitantes que suele rebasar por mucho la extensión de la propiedad sobre dicha arteria.
Esa fila –acompañada por la venta de tamales, dulces, elotes, papas fritas y chicharrones preparados– es únicamente para llegar a la taquilla, porque una vez adentro, en los jardines del museo, hay que hacer una segunda fila para entrar en grupos de 20 a las salas donde se encuentran las 30 Obras maestras del Musée de l'Orangerie. Las personas que poseen una credencial del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) entran sin formarse.
Casi es para preguntar, ¿aquí qué regalan? De hecho, ver esta exposición es una especie de obsequio, porque el boleto de entrada para el público nacional cuesta la simbólica cantidad de 10 pesos, mientras los poseedores de la tarjeta Inapam pagan sólo un peso.
No obstante la espera de una o dos horas –el concepto del tiempo es muy subjetivo–, los visitantes con quienes habló La Jornada coincidieron en señalar que valió la pena.
El cardiólogo Carlos Zamora, quien todavía hacía fila afuera del museo con 13 integrantes de su familia, a pesar de no ser conocedor del arte, se sintió atraído por el nombre de los pintores y su calidad.
También esperaba pacientemente Itzayana Olivares, estudiante de ingeniería ambiental, quien dice que a ella y a sus acompañantes les gustan mucho los museos, y que esta exposición en particular se ve que va a ser interesante.
Eduardo Ysita, historiador, con cinco lustros de trabajar en museos de arte, regresaba a ver la exposición ahora con 10 familiares, ya que considera que ésta constituye una oportunidad para el público mexicano que no tiene la opción de viajar al museo francés, de ver una selección de artistas de gran trascendencia, que son el inicio de las vanguardias, como son el caso de Cézanne y Monet.
Para Ysita la presente muestra contradice mucho al arte contemporáneo para el que el reciclaje de objetos es todo. El público viene a ver pintura. Algo que tiene el impresionismo, que gusta mucho, es que es apolítico. Son temas generales, sobre todo, géneros tan fuertes como retrato y paisaje, que no pasan nunca de moda.
Observaciones
Nos gusta mucho el Museo Dolores Olmedo. Venimos todos los años a ver la ofrenda de Día de Muertos, dice María del Rocío Cruz Morales. A la contadora y economista, sin embargo, le pareció estrecho el espacio donde se exhiben los cuadros. Aunque una vez adentro de la exhibición, uno puede quedarse el tiempo que quiera, siente que la gente nos empujaba. Calculó el recorrido en 20 minutos.
Al ingeniero ambiental Javier Villarreal le hubiera gustado ver más cuadros, no obstante, hace hincapié en la única pintura de Gauguin, Paisaje (1901), y la única de Maurice Utrillo, Notre-Dame (cerca 1909). Adriana Jaramillo, directora de comunicación del museo, explica que el Musée de l'Orangerie sólo posee un cuadro de Gauguin y uno de Monet, Argenteuil (1875), y ambos los han prestado.
En las seis salas los cuadros comparten espacio con las piezas prehispánicas, parte de la colección permanente del recinto. También se han reproducido fotografías ampliadas de los artistas expositores, así como imágenes del coleccionista Paul Guillaume, cuyo acervo fue comprado en dos partes por el Estado francés.
Guadalupe Arzate, cuyo esposo fue pintor, y su amiga Carlota Briz, que pintó en tela, a quienes les gustan mucho visitar museos, aseguran que la muestra comprende obra de muchos pintores que no habíamos visto en original. El diseñador industrial Víctor Luna se hizo acompañar de sus dos hijos que centraron su atención en los óleos de Soutine, en especial La novia (cerca 1923) y Árbol caído (1923-24), obras de impactante expresividad.
El arquitecto Carlos Aldasoro esperaba ver más obra, además considera que no es de lo mejor; sin embargo, celebra que haya llegado a México, así como la respuesta del público. Para Adriana y Marisol Reveles, empresaria y estudiante, respectivamente, valió la pena la espera y poder ver cuadros como Bañista sentada secándose una pierna (cerca 1914) y Ramo de tulipanes (cerca 1905-1910), de Renoir, y Gran desnudo con drapeado (1921-23), de Picasso.
Fuente:www.jornada.unam.mx