EXCÉLSIOR
En su más reciente libro, la escritora Tanya Huntington trata de demostrar cómo las posturas políticas del novelista, editor y académico de la lengua mexicano desacreditaron su obra
CIUDAD DE MÉXICO.
“Fui un fracaso, fallé”. La escritora Tanya Huntington (1969) descubrió que esto es lo que en esencia afirma Martín Luis Guzmán (1887-1976) en su libro El águila y la serpiente, en el que narra las memorias de su incursión en la Revolución mexicana, siguiendo a las tropas de Francisco Villa.
La doctora en letras latinoamericanas comenta en entrevista con Excélsior que este texto autobiográfico publicado por el también periodista y diplomático en 1928 es el relato de sus fracasos.
“En una carta a Alfonso Reyes se describe más como un fracasado que como un héroe de la Revolución. Eso es muy moderno, porque implica un nivel de autocrítica que no solemos ver en los autores de este género de la Revolución. Se presenta como el bufón, el cobarde, lo cual es bastante autodenigrante.
“Recordemos que hay de bufones a bufones. Postulo que él se veía como una especie de Charles Chaplin o un Buster Keaton, que tiene su lado de farsa, pero también ese lado en el que lo compadeces y te identificas con él”, agrega.
Así, la escritora estadunidense radicada en México, quien se ha dedicado a analizar durante 15 años la obra del fundador de la novela política moderna en español con La sombra del caudillo (1929), concluye que éste es uno de los grandes incomprendidos y olvidados de las letras del periodo revolucionario.
Este trabajo inspiró el libro de “crítica de la crítica” Martín Luis Guzmán, entre el águila y la serpiente (Tusquets), en el que demuestra cómo las posturas políticas del editor y académico de la lengua desacreditaron su obra.
“Me concentro en El águila y la serpiente, porque sentí que era un libro que no se había entendido plenamente desde la crítica. No se sabía si exageraba su papel en la Revolución o no, si era fragmentario o no, si era sólo un recuento de los de arriba.
Para la también poeta es “claro que está diciendo que, a diferencia de la Independencia y la Guerra de Reforma, cuando los intelectuales entraron con todo y ayudaron a definir el debate ideológico, en la Revolución no. Ese mensaje, si releemos el libro desde una postura posmoderna, podemos percibirlo”.
Elogia la sinceridad del autor de Memorias de Pancho Villa (1940), que echa luz sobre la postura de los de arriba. “Los de arriba eran los generales, los caudillos y gente como Villa, que él describe muy bien lo aleatorio y brutal que podía ser, que tenía una fuerza impredecible. Él admite que no sabían comprender y participar en lo que estaba pasando. Acepta la culpa, por eso el título, porque está en esa posición sándwich, no sé si sin poder actuar o con miedo para hacerlo”, señala.
Los de sus clases, incluidas José Vasconcelos, continúa, estaban a salto de mata. “Debían escoger entre inmolarse o tomar la salida fácil. Lo refrescante de Guzmán es que, a diferencia de Vasconcelos, no tiene problema de decir ‘tomé la salida fácil, me escondí detrás de la cortina, abandoné a Villa cuando menos lo esperaba para salvar el pellejo’”.