Por Armando G. Tejeda, corresponsal. La Jornada
Madrid.
Los sueños, la fantasía, el dolor, la reflexión certera y punzante, los recovecos y enigmas de un artista singular, que a 500 años de su muerte sigue despertando no sólo interés sino que mantiene vivas muchas de las preguntas que rodean a su arte, tan inescrutable como valioso. La obra de El Bosco, como se conoce al pintor que nació bajo el nombre de Jheronumus van Aken, en 1450, en la localidad holandesa de Hertogenbosch, se congregó en el Museo del Prado en torno a una gran retrospectiva, que reúne por primera vez en la historia cerca de 80 por ciento de toda su producción identificada y catalogada.
Es una de las muestras más importantes del año, no sólo porque por primera vez se exponen en las mismas paredes algunas de las obras más importantes del pintor holandés –que si bien la mayoría se encuentra en España, también hay piezas destacadas en Italia, Estados Unidos, Reino Unido, Portugal y Austria. El Museo del Prado pretendía congregar las obras maestras fundamentales de un pintor que con el paso de los años aumenta no sólo su importancia histórica en el arte, sino que se amplían las atribuciones y virtudes de un creador con una imaginación tan desbordante.
El Bosco es una exposición que supone 75 por ciento de la producción que se conserva del artista, es decir, 21 pinturas y ocho dibujos, al margen de los grabados, relieves y miniaturas, que muchas veces le servían como estudios o preparaciones para las obras que posteriormente plasmaba en un lienzo o en un tríptico de madera, uno de sus formatos preferidos.
El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, explicó que la posibilidad de contemplar por primera vez gran parte de sus pinturas originales reunidas en un único espacio va a suponer un acontecimiento histórico-artístico del más alto nivel. También una oportunidad única para establecer un diálogo personal con un artista que destaca por su capacidad de invención, y por ser un maestro del juego y la ambigüedad, lo que dificulta aún más la lectura de unas obras cuya clave se ha perdido con el discurrir de los tiempos.
La muerte y al avaro. La exposición se podrá ver hasta el próximo 11 de septiembreFoto cortesía de Museo del Prado
Las obras de El Bosco no tienen fecha, por lo que el recorrido de la exposición no es cronológico, sino temático. En el primero se muestra la obra que vincula al pintor holandés con su localidad natal, Hertogenbosch, que sitúa al artista a una ciudad en la que vivió hasta su muerte, y que está centrada en torno al tríptico del Ecce homo. La segunda sección es sobre su infancia y la vida pública de Cristo, al que pintó de forma recurrente a lo largo de su vida, y está centrada en el tríptico Adoración de los magos. La tercera sección es sobre Los santos y en ella se pueden ver obras como Las tentaciones de San Antonio.
El cuarto apartado lo titularon Del paraíso al infierno, y centra su atención en Carro de heno y El jardín de las delicias; además de ser una de las piezas más emblemáticas se incluye una reflectografía infrarroja y la radiografía de la obra, que permite apreciar los cambios que realizó el artista desde el inicio del dibujo subyacente. El recorrido termina con El mundo y el hombre: pecados capitales y obras profanas, que discurre en torno a la Mesa de los pecados capitales y al tríptico incompleto Camino de la vida.
La exposición se podrá ver hasta el próximo 11 de septiembre.