Excélsior
SONIA ÁVILA
Recuperan la obra del artista experimental, de origen polaco radicado en México, que durante la segunda mitad del siglo XX encontró en la impresión un arte
CIUDAD DE MÉXICO.
El hombre libro. El artista de los símbolos. El de los gráficos y las impresiones clandestinas hechas “acción ritual”, performance. Ése fue Marcos Kurtycz (Polonia, 1934-Cd. de México, 1996). Artista experimental que encontró en la impresión un arte para alterar el orden. Al menos el de la plástica de la segunda mitad del siglo XX en México. Esa creatividad cuyo origen fue su formación en la gráfica como práctica no comercial.
Si Kurtycz es reconocido en la escena artística por la irrupción de su performance y arte objeto, es la gráfica y la impresión la base conceptual de toda su obra. No sólo desde 1968 cuando llegó a México, sino décadas antes en su natal Polonia y luego en su estancia en Cuba. Momentos de su producción poco estudiados, a decir de Anna Kurtycz, hija del también escultor, dibujante y diseñador.
De ello da cuenta la investigación de Anna Kurtycz, doctora en comunicación, quien a partir de los archivos y colecciones de su padre indagó en la vida de un constructor de lenguajes. Analizó un cuerpo de obra desde la mirada de un impresor. Desde la perspectiva de quien entendió el libro como un escape de los muros blancos. La investigación derivó en Marcos Kurtycz. Vida y muerte de un impresor, publicación que se presentará mañana en el Museo Universitario del Chopo. Una revisión dirigida por el Studio Kurtycz, coordinado por la hija del artista, desde 2008.
Anna Kurtycz planteó la premisa de que para entender el trabajo de quien también desarrolló el arte correo es importante tomarlo desde su relación con el libro y la impresión. “Empecé a investigar y me di cuenta de que casi todos sus performances tienen que ver con cuestiones de impresión. Puede ser que hubiera impresión durante los performances o bien que antes con la preparación de materiales o incluso después como memoria de la acción, pero siempre es parte del concepto”, detalló.
Por ejemplo, en el performance La muerte de un impresor, con el que Kurtycz consideró su ingreso al arte performático en México, utilizó herramientas teatrales para hacer un homenaje a Guttemberg y la libertad de expresión. En Agua que arde, subió a una fuente y escribió la palabra agua con madera para después quemar el gráfico. Y en La rueda, en honor a Isaac Newton, el artista fabricó con madera y papel de colores una rueda con la que recorrió las calles de la Ciudad de México.
Acciones que él mismo llamó rituales y lo convirtieron en una intuición del uso del cuerpo y memoria impulsados por inquietudes políticas y una preocupación constante por la autodestrucción. El anti arte de Kurtycz, desde donde cuestionó la cosificación del hombre y su posible sustitución con el objeto, reflexionó sobre la institución como promotora del arte, buscó alterar el tejido social y criticó la división entre la vida diaria y arte.
La investigación recorre casi 50 décadas de producción, pero se centra en los periodos previos a su llegada a México. Inicia con su formación como ingeniero en el Instituto Politécnico de Varsovia, y su trabajo paralelo en la gráfica. Fueron los años de la Segunda Guerra Mundial, apuntó. Después su estancia en Cuba, de 1961 a 1965. En la isla ofreció clases en la Universidad de la Habana y en el Instituto Tecnológico, y ejerció el dibujo y la gráfica todavía como ejercicios secundarios.
Fueron periodos más centrados en la formación como artista que en la producción. “Me parece importante conocer estas etapas de las que se ha escrito poco, porque son momentos en los que se construyeron los conceptos que luego desarrollará en toda su obra, y siempre se estudian sus performances pero no su gráfica que es el origen”.
Desde su dibujo inicial están presentes temas como la memoria, la resistencia, la clandestinidad, la experimentación, las máquinas, el cuerpo y los símbolos. “Desarrolló un lenguaje que podríamos llamar kurtyciano que se encuentra presente en toda su obra, desde las esculturas hasta los performances. Por ejemplo, siempre trabajó sobre la idea de imprimir de forma clandestina y muchos de los eventos son una impresión encubierta, usando diferentes partes de su cuerpo o construyendo máquinas”.
La experimentación de Kurtycz lo llevó a probar técnicas como la ampliación de imágenes en fotocopias hasta difuminar el objeto. También inventó la impresión Comal Print que consiste en derretir cera con un comal eléctrico, y escribir con el líquido. Con esta técnica envió cartas a diferentes artistas como Pedro Friederberg. Y uno de sus proyectos más conocidos es Un libro diario, que en homenaje a la obra 1984 de George Orwell editó un ejemplar diario durante ese año.
Fue en México cuando Kurtycz abandonó la ingeniería para dedicarse al arte por completo:“Llegar a México le permite esa liberación, enfocarse al diseño gráfico y el arte experimental”, apuntó la académica sobre el artista, quien en una ocasión dijo que en el país produjo su arte más estridentista. En el libro se incluyeron más de 20 testimonios de artistas, impresores e intelectuales que siguieron la trayectoria del artista.