Algarabía
Esta fotografía muestra el momento en que el arqueólogo Howard Carter encuentra la tumba del faraón egipcio Tutankamón.
El 4 de noviembre de 1922 tuvo lugar uno de los hallazgos arqueológicos más sobresalientes del siglo XX. Tras varios intentos fallidos y una inversión de 25 mil libras por parte de Lord Carnarvon, el arqueólogo británico Howard Carter encontró la tumba de Tutankamón, la mejor conservada que se ha descubierto en el Valle de los Reyes.
A pesar de que se creía que todas las tumbas del valle ya habían sido halladas, Carter insistió en llevar a cabo la expedición al enterarse de la existencia de un faraón desconocido, por lo que acudió a Lord Carnarvon para obtener recursos y realizar su búsqueda. El enorme costo de la expedición y la ausencia de resultados estuvieron a punto de terminar con el proyecto; sin embargo, la última oportunidad que se le dio a Carter fue decisiva.
La importancia del descubrimiento no radica en la historia del propio Tutankamón, pues se sabe que su reinado fue corto y no realizó acciones que tuvieran gran notoriedad, sino que la gran cantidad de objetos encontrados y el estado en que se presentaban permitió adquirir una gran cantidad de información sobre los usos y costumbres del Antiguo Egipto, además de que reavivó el interés de los estudiosos por este pueblo, e incluso la máscara utilizada por el monarca se convirtió en la imagen más popular de esta civilización.
Aquel 4 de noviembre se pudo observar la escalera que conducía a la entrada del recinto, pero no fue sino hasta el 16 de febrero del año siguiente que se logró abrir la cámara funeraria, en la cual ingresó Howard Carter para convertirse en el primer arqueólogo que tuvo acceso al antiguo faraón. Se dice que la tumba tenía una maldición para aquellos que invadieran el sitio; no obstante, a pesar de que algunas personas relacionadas con la expedición murieron en condiciones sospechosas, la mayoría no falleció sino hasta muchos años después, además, los apuntes de Carter no arrojan información al respecto.
Tras el hallazgo, el equipo de Carter pasó diez años catalogando cada uno de los objetos encontrados en el interior de la tumba, tras lo cual el arqueólogo inglés se retiró de esta actividad para dedicarse a tareas más sencillas.