La Jornada de Oriente
Lucero Álvarez Castro ha tenido un oficio desde hace 40 años: organizar, entender, el preocuparse por la estabilidad, la difusión y la existencia de los archivos. Esa profesión, ese oficio, han sido su “sostén moral y el pan de su casa”. En ellos, ha encontrado también una forma de alzar la voz, al pedir que archivos y bibliotecas sean atendidas y no cerradas –tal como ahora está ocurriendo–, porque en ellos se cumple una honda función social: la de informar, formar y recrear.
El pasado 22 de noviembre Lucero Álvarez abandonó por un instante su labor cotidiana. Lo hizo para viajar a la Ciudad de México, a la sede del Archivo General de la Nación (AGN). Ahí, en la sala mural, recibió el Premio nacional al Mérito archivístico que entrega dicha institución y el Consejo Nacional de Archivos.
Un día después, visiblemente emocionada y atendiendo el teléfono celular por el cual recibía las felicitaciones de sus conocidos, familiares y amigos, la especialista habló sobre lo sorpresivo que hubo en la entrega de dicho reconocimiento nacional.
De manera sencilla y curiosa, como si no contaran sus cuatro décadas de trayectoria, dijo que tal vez influyó lo sucedido en 2009, cuando fue ganadora del primer lugar en el noveno certamen nacional de Ensayo sobre fiscalización superior y rendición de cuentas. “Son una suerte de sentimientos encontrados. Hay agradecimiento, emoción, por la forma en que recayó en mí, en esta sencilla persona”, expuso Álvarez Castro.
Durante una entrevista, dijo que el reconocimiento también servía para decir que no, que los archivos no son el lugar de castigo para burócratas y funcionarios, ni son espacios “grises” que merecen estar en el sótano o en el último rincón de los edificios gubernamentales, las iglesias o los espacios civiles. Tampoco, agregó, son proyectos menores a los que se les puedan dar contados recursos o reducir en su planta laboral.
Recordó que en el discurso pronunciado en el AGN, a través de su palabra y su persona, estuvieron presentes los “archivistas y bibliotecarios de nuestro país, quienes desde los estantes y los pasillos realizan su labor, callada e insustituible”.
En aquel mensaje mandado a sus pares, Lucero Álvarez enfatizó que a los archivos hay que dejar de escatimar recursos, pues es necesario que permanezcan, se desarrollen y se consoliden.
“Viene a cuento la teoría antropológica del Homo Documentalis que, en el mismo rango del Homo Sapiens y el Homo Faber, se documenta a sí mismo en la necesidad de perpetuar sus pensamientos, acciones, sentimientos, asombros, interrogantes, su vida individual y colectiva”, expuso en el AGN.
Necesaria una normativa que empate con la realidad
En el tema de los archivos, señaló la especialista Lucero Álvarez, será importante estar atentos a la discusión y aprobación en el Senado de la Ley General de Archivos, la cual es uno de los tres asuntos que derivaron de la reforma constitucional en materia de transparencia.
Al respecto, la archivista con más de cuatro décadas de labor, señaló que un “gobierno transparente y con rendición de cuentas, son asuntos importantes ante un Estado cuyo reto mayor es cerrar la brecha existente entre su marco normativo y la realidad que experimenta la mayor parte de la población...”.
Ello, agregó, porque de no haber archivos organizados cualquier reforma de ley será como “hablar en el desierto”, ya que ante todo tendrá que haber un empate, un mismo ritmo, con el estado ideal que deben de tener lo archivos, ya sea de concentración o históricos.
“La archivística nos recuerda que tanto los archivos administrativos como los históricos son eslabones de la misma cadena, que la existencia de unos es condición para la existencia del otro”, por lo que sobre ellos debe posarse las mismas miradas técnicas, administrativas, legales, históricas, fiscales y culturales.
Parte importante, consideró Álvarez Castro, será la existencia de personal formado en el área o de profesionistas capacitados que dejen de considerar a los archivos como espacios de castigo. “Los archivos necesitan archivistas, profesión que requiere un oficio arduo, comprometido, paciente. Labor trascendente que exige convicción, constancia, responsabilidad, honestidad, solvencia profesional y ética”.
Otros puntos importantes, concluyó, son la inexistencia de una infraestructura adecuada, la debilidad de la normativa que garantice la existencia, desarrollo y consolidación de los archivos, y la falta de un modelo de gestión institucional.