Por primera vez se exhibe una escultura en cerámica de esa deidad, elaborada hacia 900-1150 dC y descubierta en 2009 en un terreno colindante con la valla perimetral de la zona arqueológica de Tula
Escultura de Xipe Tótec, deidad que protagoniza la muestra abierta el pasado noviembre en el Museo del Templo MayorFoto María Meléndrez Parada
Ana Mónica Rodríguez. Periódico La Jornada
El sacrificio de los guerreros enemigos, a quienes los mexicas quitaban la piel (desollamiento) y desmembraban los cuerpos para engullirlos, era parte del solemne culto al dios Xipe Tótec en la antigua Tenochtitlán.
La fiesta anual que efectuaban los mexicas en marzo, llamada Tlacaxipehualiztli, es descrita en la exposición Xipe Tótec y la regeneración de la vida, que reúne unas 50 piezas y describe con efectos multimedia ese culto prehispánico en el vestíbulo del Museo del Templo Mayor.
Inaugurada el pasado noviembre, la muestra –organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)– ha recibido a más de 108 mil visitantes en ese museo de sitio de la zona arqueológica que se ubica en el corazón del Centro Histórico, donde acuden cada año unas 700 mil personas, 80 por ciento nacionales y 20 por ciento extranjeros.
Esa celebración de los mexicas coincidía con el Equinoccio de primavera y era el escenario para festejar las victorias militares recientes; ofrendaban en sacrificio a Xipe Tótec a los combatientes contrarios más valientes.
Además era el escenario para celebrar las victorias militares recientes, promocionar a los guerreros distinguidos y abogar por la regeneración del maíz.
En esa fiesta, se destaca en la exposición, una vieja deidad reclamaba para sí a los mejores guerreros y las mazorcas, dando lugar a una descarnada ceremonia que recreaba los orígenes de la guerra sagrada, donde también se utilizaba algo parecido a un anillo o aro de piedra llamado temalácatl sacrificial, lugar en el que los cautivos morían en honor del Quinto Sol.
Ambos, combatientes y maíz, eran desollados, desmembrados e ingeridos. Era un símil con el dios, investido con la piel de las víctimas ofrendadas y el grano era despojado de su cáscara una vez terminado el periodo festivo. Antes y durante el mismo, se prohibía retirar la piel de la semilla mediante su cocción con agua y cal, ha explicado el arqueólogo Carlos Javier González González, curador de la muestra y especialista en el tema.
Cincuenta piezas en dos salas
Xipe Tótec y la regeneración de la vida ocupa dos salas, donde se documenta la presencia de esa divinidad en la cuenca de México y Mesoamérica; consta de unas 50 piezas prehispánicas, procedentes de Tula (Hidalgo), Monte Albán (Oaxaca), Costa del Golfo (Veracruz), Teotihuacán, Apaxco y Chalco (estado de México), así como de fuentes documentales que representan a ese dios en su advocación como el Tezcatlipoca Rojo.
En la museografía destaca el color rojo y por primera vez se exhibe una escultura en cerámica de Xipe Tótec, elaborada hacia los años 900-1150 dC, descubierta en 2009 en un terreno colindante con la valla perimetral de la zona arqueológica de Tula.
Además figuran dos efigies localizadas por Alfonso Caso en Monte Albán, del periodo clásico tardío (600-900 dC), en las cuales se identifican atributos desde siglos anteriores. Esto puede contrastarse con un Xipe Tótec del posclásico tardío (1200-1521 dC), del acervo del Templo Mayor, cuyas piernas, brazos y labio superior están adornados con los moños de cola de golondrina o yopitzontli, característicos de esa deidad.
Este suceso mítico, relató Carlos Javier González, refiere que la ceremonia del sacrificio gladiatorio en honor a Xipe Tótec consistía en la recreación de lo ocurrido una vez surgido el Quinto Sol por el sacrificio del dios Nanahuatzin. Entonces, los 400 mimixcoa (los innumerables), recibieron la encomienda de alimentar al astro y a la tierra, obligación que incumplieron y por ello fueron condenados a morir.
En esa reactualización del rito que se celebraba en el recinto sagrado de Tenochtitlán, las víctimas (que personificaban a los 400 mimixcoa) eran atadas de un pie al temalácatl, la Gran Piedra, y se les armaba con un macuahuitl sin navajillas. No obstante, su destino era sucumbir en manos de guerreros bien armados.
Los guerreros vencedores, dijo el arqueólogo, se convertían en custodios de la piel del sacrificado, la cual prestaban a hombres que ataviados con ella recorrían su calpulli o barrio para recibir distintos bienes con los que organizarían un banquete y representaba el momento culminante para su ascenso en la jerarquía militar.
En el breve recorrido las familias observan con atención las piezas, y a su manera, los padres explican a los pequeños por qué cada una de las obras, que llaman la atención debido a las varias representaciones de Xipe Tótec en incensarios, bustos o figurillas donde las características del dios resaltan en las obras: pieles que revisten el cuerpo o los rostros, adornos con extremos dobles en varias partes del cuerpo, grandes tocados de plumas y muchas de las piezas sujetan una cabeza decapitada en la mano izquierda.
Esto sucedía porque, según los mexicas, las víctimas sacrificadas y desolladas entraban en contacto con lo sagrado y sus pieles se convertían en vehículos de su fuerza divina.
De esa manera, se relata en el recorrido por la exposición, quienes las vestían personificaban al dios y recibían el nombre de xipeme (los diversos xipes) y visitaban las casas para recibir dones y las personas los sentaban sobre haces de hojas de zapote blanco adoptando una postura semejante a la de ese personaje.
Entre las obras figuran unos cráneos que muestran las huellas del desollamiento y se detalla que ese procedimiento consistía en finas huellas de corte, hechas con navajillas de obsidiana, las cuales seccionaban músculos y membranas de la testa y el rostro, pudiendo ir de la frente a la nuca. Mediante estas operaciones se desprendía la mayor parte de la piel de la cabeza.
La exposición Xipe Tótec y la regeneración de la vida se puede visitar de martes a domingo de 9 a 17 horas en el Museo del Templo Mayor (Seminario 8, Centro Histórico). Costo del boleto: 65 pesos. Maestros, estudiantes, adultos mayores de 60 años, pensionados y jubilados están exentos de pago al mostrar su credencial vigente. Los domingos, entrada gratuita.