Maria Popova. Algarabía
«¡Es el día de los días!», escribió Charles a los 29 años en su diario el 11 de noviembre de 1838, después de que su prima, Emma Wedgwood, aceptó su propuesta de matrimonio...
Pero el legendario naturalista no siempre estuvo así de entusiasmado en la unión matrimonial. Apenas unos meses antes había garabateado al reverso de una carta de un amigo, una muy analizada lista de pros —«constante compañía», «los encantos de la música y pláticas femeninas»— y contras —«medios limitados», «sin libros», «terrible pérdida de tiempo»— del matrimonio, así como el potencial impacto que tendrían en su trabajo.
La lista, encontrada en «La correspondencia de Charles Darwin» –disponible en línea en el excelente Darwin Correspondence Project, con fecha del 7 de abril de 1838–, revela la ancestral, y podría decirse que artificial, tensión cultural entre familia y carrera, amor y trabajo, corazón y mente.
Darwin inicia sus cavilaciones con el siguiente apunte, con el que no pretendía crear un texto en sí, sino esbozar algunas de sus ideas con respecto al matrimonio:
Si no me caso, puedo viajar. ¿Europa, tal vez? ¿América?
Si viajo debe ser exclusivamente a los ee.uu. geológicos, México depende de la salud, el vigor y en qué tanto me vuelva zoólogo.
Si no viajo:
A) Trabajar en la transmisión de especies. Analizar por microscopio las formas más simples de vida: geología. ¿Las formaciones más viejas? Algunos experimentos. Observación física de animales inferiores.
B) Vivir en Londres, si no en dónde, en una pequeña casa cerca de Regents Park. Quedarme con el caballo. Tomar viajes de verano. Recoger las muestras en alguna línea de la zoología. Especulaciones de geografía. Rango y trabajos geológicos generales. Sistematizar. Estudiar afinidades.»
«Pobre esclavo serás [...], y después terrible pobreza —a menos que la esposa fuera un ángel con dinero»
Varias semanas después, en julio de 1838, volvió a repasar el tema agregando consideraciones a la vida en pareja:
Ésta es La Pregunta...
Casarse:
Hijos —si Dios quiere—. Compañía constante —y amistad en
la vejez— que se sienta interesada en uno, tener un objeto con el cual jugar y amar — mejor que un perro de todos modos—. Hogar y alguien quien cuide de la casa. Los encantos de la música y las pláticas femeninas. Estas cosas son buenas para la salud —pero una terrible pérdida de tiempo.
Imagina vivir todo el día en solitario en una casa vieja y humeante en el viejo Londres. Sólo imagínate a una hermosa y suave esposa en un sofá, un buen fuego con libros y tal vez música. Compara esta visión con la percudida realidad de la calle de Great Marlborough.
No casarse:
Libertad para ir a donde uno quiera. Elegir la sociedad y poco de ella. Conversaciones con hombres inteligentes en clubes. No ser forzado a visitar parientes ni doblegarse en cada riña. Ansiedad y gastos de niños. Quizá peleas. Perder tiempo. No poder leer por las noches. Gordura y ociosidad, ansiedad y responsabilidad. Si se tienen muchos hijos ser forzado a ganarse la vida —aunque también es malo para la salud el exceso de trabajo.
Tal vez a mi esposa no le guste Londres; entonces la sentencia será el destierro y la degradación de volverse un tonto complaciente.
Éste es un hermoso antídoto al mito cultural de que el amor y el trabajo trascendental no pueden coexistir .
Darwin garabatea después una conclusión en la que describe lo siguiente:
Ha sido probada la necesidad de casarse.
¿Cuándo? Tarde o temprano.
El gobernador dice antes, pues después es peor si ya se tienen hijos: la personalidad de uno es más flexible, los sentimientos de uno más vivos y si uno no se casa pronto se pierde de mucha felicidad pura.
Pero si entonces me caso mañana: habría una infinidad de trabajo y gastos para amueblar y comprar una casa; peleas por no estar en sociedad, llamadas por la mañana, torpezas, perder tiempo todos los días. Si la esposa fuera un ángel y
se mantuviera trabajadora...
Seis meses después, los dos estaban casados. Tuvieron diez hijos y permanecieron juntos 50 años hasta la muerte de Darwin en 1882. Como dice sabiamente Maira Kalman sobre el matrimonio: «Al final, está bien, es amor y es trabajo. ¿Qué otra cosa podría existir?»❧