Victoria García Jolly. Algarabía
Tal vez Vincent, debido a esta «angustia creadora», entregó su vida entera a la plástica y al arte, pero «¿el arte qué me da?» —se lamentaba.
obablemente van Gogh, junto con Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, sea uno de los artistas más destacados y celebrados en la historia del arte; sin embargo, no es sólo su maravillosa obra la que le ha dado fama, sino también su atormentada vida y su trágico suicidio.
De la misma manera, su vida no ha recibido menos atención: biógrafos, psicólogos y psiquiatras han estudiado los hechos y las condiciones que lo afectaron personalmente, pero
que pocas veces se vieron reflejados en su obra.
Al parecer, su única felicidad se agotaba en cada nuevo cuadro.
Una de sus hermanas, Elisabeth Huberta, escribió su primera biografía1 ,en un tono un poco rosa, con miramientos y consideraciones, alterando hechos y disculpándose a sí misma por su falta de interés y comprensión en la vida y obra de su hermano mayor.
Más tarde, con la publicación de las cartas de Vincent a su hermano Théo2 ,replanteó
lo poco que se sabía hasta entonces de las situaciones, hechos, intereses y problemas que padecía el pintor, que contradecía casi por completo la versión de Elisabeth.
Es precisamente en dichas cartas que están basadas las dramatizaciones de su vida y que han sido llevadas al cine.
Así mismo han sido motivo de profundos estudios psicológicos y psiquiátricos con el propósito de establecer la patología que lo orilló al suicidio en 1890.
Vincent, tu nombre y otros nombres
Entre muchos estudios que se han efectuado alrededor de este personaje está el del psicoanalista Jean-Pierre Winter3 ,quien sostiene que uno de los principales motivos de su locura fue la nula imaginación que tuvo el matrimonio van Gogh para elegir los nombres de sus hijos.
La repetición de los mismos apelativos originó en todos, principalmente en Vincent, serios problemas de identidad y de género.
Empecemos por el padre de Vincent: el pastor protestante Théo —‘dios’ en griego— que tenía diez hermanos; entre sus preferidos están Hendrick Vincent —el tío Hein—, Johannes —el tío Jan—, Cornelis Marinus —el tío Cor— y Vincent —el tío Cent.
El abuelo del pintor se llamaba también Vincent y era igualmente pastor de profesión, por lo que no resulta extraño que Vincent en algún momento de su vida haya seguido los pasos del padre y del abuelo, al intentar convertirse por su cuenta en pastor, de hecho éste es uno de los periodos más oscuros en la vida del pintor.
El tío Cent ejercía una poderosa influencia sobre su hermano Théo, que luego se repitió en la relación de sus propios
hijos Vincent y Théo. Dicho dominio llegó hasta la «gentil imposición» de casarlo con la hermana de su esposa: Anna Cornelia Carbentus. Este matrimonio llamó Anna Cornelia a su primera hija y Vincent Willem —Vincent por el abuelo y el tío paterno y Willem por el abuelo materno— al primogénito muerto al nacer el 30 de marzo de 1852, quien fue enterrado en el jardín de la casa familiar.
Un año exacto después de este trágico parto, Anna Cornelia Carbentus da a luz a Vincent Willem, el pintor, el 30 de marzo de 1853.
Así, el pequeño Vincent creció celebrando su cumpleaños en el aniversario luctuoso de su hermano, corriendo y jugando alrededor de una pequeña tumba que llevaba exactamente su mismo nombre; lo cual debe haber sido, por conjeturar lo menos, confuso para el pequeño Vincent. Cuatro años más tarde nacería Theodorus Vincent, seis después, Elisabeth.
El matrimonio van Gogh remató el cuadro con los nombres de sus dos últimos hijos: Wilhelmina Jacoba —quien sería recluida por demencia precoz en 1902— y Cornelis Vincent; el resultado de sortear todos los nombres anteriores.
Para colmo, el primer amor de Vincent fue una prima viuda de nombre Cornelia Adriana, quien, sin proponérselo, le rompió el corazón al rechazar su propuesta de matrimonio.
Quizás el pobre Vincent cargaba con la responsabilidad de la continuidad y permanencia de los Vincents van Gogh en el mundo, no sería raro concluir entonces que esto lo motivara a autorretratarse con frecuencia. Su hermano Théo, por su parte, al elegir profesión siguió los pasos de los tíos Hein, Cor, Cent y el tío Mauve, y resultó ser marchante de arte. Tal vez uno muy malo porque no logró colocar en las manos de un cliente ni un dibujito de Vincent.
Théo se casó con una mujer llamada Johanna —tocaya del tío Johannes— con quien tuvo un hijo a quien, por supuesto, llamaron ¡Vincent Willem! que no sólo fue tocayo de Vincent sino su vivo retrato.
Lo que es un hecho —que no necesita más que sentido común para sacarse en conclusión—, es que Vincent estaba consciente de su enfermedad nerviosa, de su situación, del desamor que lo rodeaba, del mal que su padre le hacía, la indiferencia de sus hermanos y de la carga que era para Théo. Además, sufría por el accidente de su madre en el que perdió una pierna y a quien Vincent se dedicó a cuidar largo tiempo, tal vez en retribución por haberle enseñado las dos cosas que Vincent mejor hacía: pintar y escribir cartas.
Todo esto le generaba tal angustia, insomnio y desesperación que cada vez le era más difícil recuperarse.
Lo interesante es que a medida que su enfermedad se agravaba, su pintura se volvía más fuerte, más sinuosa, más espesa, más auténtica y propia. Lo que para Gauguin era «pintar muy rápido», para van Gogh era «ver muy rápido». La luz del sur de Francia está en cada pincelada de color puro e intenso que retrataba por igual personajes y paisajes, flores
y árboles. Pocas veces sus temas son pesarosos, al contrario podemos encontrar más motivos alegres que trágicos.