Luis Navarro Roncero. Algarabía
Sujeto: la persona o cosa de la cual decimos algo. Predicado: lo que decimos del sujeto. La oración es la forma sintáctica que expresa la relación entre sujeto y predicado.
Esta es la definición tradicional que llevamos «incrustada» desde la primaria y que todos memorizamos e incluso escribimos en exámenes de «confusión múltiple». Pero existe un problema: que existen muchas clases de oraciones en las que no aplica esa fórmula lineal y sumativa. Veamos el siguiente ejemplo:
Llueve a cántaros.
Como argumenta el profesor Felipe Zayas,1 en la escuela se introducen conceptos gramaticales demasiado pronto y se simplifican en exceso para hacerlos asequibles a los estudiantes de niveles básicos, y a veces se falsea su contenido. Así, el sujeto prototípico se muestra como agente2 que describe a una entidad animada, como en el siguiente ejemplo:
Juan come una manzana.
Según el mismo autor, estos aprendizajes dogmáticos son muy resistentes, y fueron mayoritariamente aprendidos al margen de la reflexión. Si nos preguntamos sobre los componentes de la oración «María está en la escuela», automáticamente diremos que un sujeto agente —María— está realizando la acción —estar— que el verbo describe. Pero un momento: ¿no es estar un verbo que significa «no acción», o sea, «estado»?
Sujeto y predicado
En el último ejemplo, las definiciones de los conceptos del inicio no son aplicables por una razón de fondo: no explican nada sobre cada uno de los elementos —sujeto y predicado—, sino sólo sobre su existencia a partir uno del otro. Es como si intentara describir a mis padres y lo hiciera de esta manera: «Mi padre es el esposo de mi madre; mi madre es la mujer de mi padre, y ambos son mis padres». Todo lo anterior es cierto, pero, ¿quiénes son?, ¿de qué color es su pelo o sus ojos?, ¿cuántos años tienen?, ¿de dónde son?
Zayas afirma que la lingüística actual y las gramáticas diseñadas para la enseñanza han empezado a superar la división tradicional entre la estructura de la lengua y su uso, y acuden a una visión integradora; es decir, la sintaxis3 se comienza a ver desde la semántica.4 Según él, «enseñar gramática es proporcionar herramientas para entender el funcionamiento de la lengua real, y por lo tanto, deberá servir al estudiante para entender los textos que lee y para escribir y hablar mejor».5 Tomando esto en cuenta, la promesa de ofrecer a los estudiantes una visión real del funcionamiento de la lengua —y no uno «manipulado» para que las definiciones de los libros de texto al uso cuadren— aún está pendiente de cumplir.
En su caso, se plantea una reflexión basada en el verbo, que reconocemos como el organizador de la oración y que, a partir de su significado, rige cierto número de elementos que llamaremos argumentos o valencias, y que podremos identificar a cada uno luego como sujeto, complemento directo, complemento indirecto y complemento regido o atributo.
Así, tenemos la siguiente clasificación, de acuerdo al número de elementos:
De esta manera podremos realizar, dependiendo del significado del verbo —sin olvidar que, según sus diferentes significados, un mismo verbo puede regir diferentes elementos— listas en las que podremos clasificar a las oraciones en:
verbos 0 —como llover, granizar, relampaguear—, que la mayor parte de las veces no tienen elementos obligatorios; verbos 1 —como florecer, nacer, palidecer, relucir—, que tienen un elemento obligatorio; verbos 2 —como examinar, ignorar, redactar—, que tienen dos elementos obligatorios, y verbos 3 —como prometer, ordenar o pedir—, que cuentan con tres.
Con esta visión generalizadora será más sencillo entender cualquier oración con cualquier tipo de verbo. Ahora el problema es identificar la función de cada uno de los elementos que lo acompañan.
Los elementos
Ya comentamos que se estableció la definición básica del sujeto como agente. Pero esto no siempre es así, pues hay verbos de proceso o estado, que no realizan ninguna acción por su parte, como en «El rosal floreció», y en otros en los que el sujeto es indefinido, como el caso de gustar; por ejemplo, en la oración «No me gustó la película», ¿cuál sería el sujeto?, ¿me?, ¿la película?
Según la reflexión anterior, podemos afirmar que el primero de esos elementos desempeña la función de sujeto —excepto con los verbos 0 que nunca lo necesitan—; así, el rosal y la película son sujetos. En el caso de los verbos 2 y 3 que forman oraciones, tendríamos el problema de distinguir cuál es el sujeto de entre sus elementos obligatorios; pero la respuesta es sencilla: el sujeto siempre concuerda con el verbo en número y persona.
Con todo lo anterior podemos comprobar, desde su uso, que la oración está íntimamente determinada por un organizador, que es el verbo y que, dependiendo de su significado, tendrá un número de elementos necesarios para poder funcionar. Es decir que se trata de una estructura en la que es imprescindible un verbo, y en torno a éste se articulan los demás elementos que la componen. Sólo resta apuntar que esta estructura ha de tener sentido completo por sí misma o dentro de un texto, y que va acompañada de una entonación que marca sus límites. En resumen, podemos afirmar que la oración es una unidad lingüística formada por un componente sintáctico, un componente tonal —entonación— o suprasintáctico, y un componente semántico —sentido completo.
Luis Navarro Roncero es director del Departamento de Lenguas de la división académica de preparatoria del Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca. Se considera «algarabiadicto sin remedio» y un defensor de la ética de la lengua, algo que tradicionalmente no se tiene en cuenta al momento de la exposición pública, sobre todo en los medios masivos de comunicación.