Durante Semana Santa la comunidad rarámuri o tarahumaras muestran su devoción "con colores" para alabar a sus dioses padres.
Alguna vez hemos oído hablar de ellos, pero es poco lo que realmente conocemos acerca de sus costumbres, tradiciones e identidad étnica. Son los habitantes de las barrancas, de las cuevas en la roca, de las alturas, las laderas y las profundidades abismales que los dioses les dotaron para su custodia.
Los tarahumaras, o como ellos mismos se autonombran rarámuris, nos escudriñan y vigilan. Desde hace más de cuatrocientos años resisten, con firmeza y valor invulnerables, a los elementos extraños: la civilización (occidental, desde luego), el mestizaje, las guerras, el invierno, las bestias y alimañas de todo tipo, las tormentas, los invasores, la tala, las sequías y el hambre. A pie, a caballo o en burro, con los tambores a la espalda y el rudimentario violín en mano, los rarámuris, siempre viniendo de lejos, bajan por los escarpados caminos de las Barrancas del Cobre, para llegar a la pequeña iglesia católica de la Misión de Tewerichic. Arriban tocando al unísono sus instrumentos primitivos.
Retumban los enormes tambores y sube en oleadas la alegría. Están contentos. Otra vez, a partir de hoy, la esperada, la gran fiesta. Dios va a estar satisfecho compartiendo el regocijo con sus vástagos rarámuris y así protegerá a sus familias, sus animales y sus cosechas. "La vida será mejor si aseguramos la felicidad de Dios", dicen mientras continuan danzando. Los jóvenes, los viejos, las mujeres y los niños bailarán al compás de su propia música que se interrumpe, para el sueño, apenas unas horas de la madrugada. En la casa de las autoridades religiosas estará dispuesta la comida: pinole, tortillas, frijoles... y el tesgüino, licor de maíz. El tesgüino para todos llegará el domingo, será la culminación al final de la ceremonia.
El significado de la Semana Santa Rarámuri
La esencia de la Semana Santa Rarámuri es la reiteración, a perpetuidad, de la relación de los tarahumaras (o rarámuris) con Dios. De su dependencia cósmica, específica, con el más allá. Se trata de reconocer sus gracias y de pagarlas. Las festividades tienen lugar alrededor de las iglesias dispersas en un territorio de 35 mil km cuadrados que conforma el "mundo" tarahumara. Son cerca de 30 templos de impresionante modestia, a buena distancia entre ellos, a buen camino de los feligreses.
Durante la Semana Santa Rarámuri la actividad principal se centra en el conflicto que reina entre Dios y el diablo. La comunidad se divide en dos clanes de la misma importancia: los "fariseos", aliados del diablo, y los "capitanes y soldados" que defienden a Dios. Danzas, misas, rezos, ritos y plegarias se suceden en una eclosión más pagana que católica, aunque toda ella vibrante de religiosidad. Llegado el momento, el jefe, el mandamás de los dos bandos, consulta en voz alta la opinión de los "soñadores", los depositarios del misterio, a quienes reconocen por la riqueza de su experiencia onírica. Y ellos, durante todos los años en esta última época, contestan de forma solemne: Dios está débil y fácilmente vulnerable. ¿Cuál es la causa de esta debilidad pasajera? Que el diablo lo ha obligado a beber tesgüino, en cantidades increíbles, y Dios no ha logrado recuperarse todavía.
El pueblo rarámuri cumple la misión de proteger a Dios y a su esposa hasta que vuelva a su buen estado, hasta que se recupere completamente. De no ser así -piensan- el diablo los destruiría y, con ellos, al mundo entero. Al periodo de la Semana Santa Rarámuri se le denomina, en el lenguaje rarámuri, comonorirawachi que significa "cuando caminamos en círculo" porque, en efecto, la mayor parte de la celebración transcurre dándole la vuelta a cada iglesia en procesión reverente y continua. Así, establecen un cordón de creencia que defiende a la iglesia y, por extensión, a Dios y a su esposa. En este periodo crucial del año, el destino del universo descansa en la espalda quemada de los tarahumaras que impiden al diablo la victoria sobre Dios y, con ella, la destrucción del mundo conocido.
El último día de los festejados se escenifican luchas vigorosas entre fariseos y soldados, que simbolizan y recuerdan la eterna confrontación del bien y el mal. Aún en estos tiempos, los sacerdotes católicos mantienen una prudente distancia de las comunidades tarahumaras. En su mayoría permanecen al margen de la vida religiosa de los indios. Celebran bautizos y misas de vez en cuando, pero son raros aquellos que deciden vivir en las barrancas. Cuando a un rarámuri se le pregunta sobre el origen de su religión, contesta siempre que, cuanto son, cuanto poseen, cuanto hacen y dicen, les ha sido transmitido por Dios a sus ancestros poco después del inicio del mundo. De hecho, rarámuri equivale a "ser humano"; chabochis, somos los demás, literalmente esta palabra se traduce como "los que tienen bigotes"
Fuente:www.mexicodesconocido.com.mx