Constantino Armendáriz encabeza el equipo que ha reparado el tocado y la máscara de la esposa de Pakal; estará listo este mes
LUIS CARLOS SÁNCHEZ
Foto: Especial
PALENQUE, Chiapas.
El majestuoso ajuar de la Reina Roja volverá a mostrarse en todo su esplendor más de mil 300 años después. Armados de paciencia y destreza artística, un grupo de investigadores mexicanos reconstruye, a partir de las evidencias arqueológicas, las joyas, el tocado y la máscara con los que la noble dama fue suntuosamente sepultada, cubierta de polvo de cinabrio, en el interior del Templo XIII de la antigua ciudad maya de Palenque.
La señora Tzakbu Ajaw, que, de acuerdo con las últimas indagaciones, habría sido esposa de K’inich Janaab’ Pakal, lucirá como debió ser preparada por los mayas para su entierro, en el 672 d.C. Nuevamente ornamentada, la representación de la Reina Roja será exhibida como parte de la exposición Golden kingdoms: luxury and legacy in the ancient Americas, que viaja por Estados Unidos, informó Constantino Armendáriz, quien encabeza el trabajo artístico de la reconstrucción.
“No ha sido nada sencillo, son varios años de trabajo”, dice Armendáriz. El estudio en torno a la noble maya no ha tenido tregua desde aquel 1 de junio de 1994, cuando los arqueólogos removieron la lápida que sellaba su tumba.
El restaurador afirma que para reconstruir el ajuar ha sido fundamental el registro arqueológico que realizaron los especialistas, comandados por el arqueólogo Arnoldo González Cruz, después de que se reveló el entierro.
Cierta frustración debió aparecer en el rostro de los descubridores cuando se percataron que en torno al esqueleto teñido de rojo reposaban centenas de pequeñas teselas de malaquita y jade, cuentas de hueso, concha y perlas (unas mil 140 piezas en total) que, en otro momento, debieron ser un opulento ajuar.
El primer eslabón reconstruido de la ornamentación fue la máscara, que había sido confeccionada con más de un centenar de piezas de malaquita y que fue recobrada por el restaurador Juan Alfonso Cruz. Pero aún faltaban varias piezas.
El trabajo de Armendáriz consiste en reconstruir el tocado y el pectoral, las diademas, las pulseras y unas pequeñas cuentas que la dama llevaba en los tobillos. “La máscara se ha expuesto junto con las diademas y el collar, pero se han aislado los elementos que conforman este ajuar como unidad. Tenemos piezas que pueden ser estrellas de una exposición, pero no están contextualizadas y se pierde esta información tan valiosa, que es el resultado de años de restauración”, explica el arqueólogo.
Para iniciar la reconstrucción se retomaron dibujos de 2005, en los que se simuló, de acuerdo con el registro arqueológico, la apariencia de cómo debió haber lucido el entierro. En total, se trata de tres niveles de observación que, superpuestos, contienen la información completa.
El primero de ellos señala la numeración detallada y la posición de cada una de las teselas que conformaron el mosaico. Después vienen interpretaciones más realistas y desde diferentes ángulos de la mujer ataviada: de la espalda, los perfiles y el frente.
“Gracias a este trabajo, lo que estamos proponiendo ahora es una interpretación del dibujo en tercera dimensión y vamos aún más allá para conseguir un montaje museográfico que enriquezca todo el contexto y pueda ser apreciado sin una gran cédula que hable del personaje; es darle una realidad a estos dibujos”, piensa Armendáriz.
UNA VENTANA EN EL TIEMPO
La reconstrucción del ajuar de la Reina Roja funciona como una especie de ventana en el tiempo que ayuda a los especialistas a conocer más sobre las prácticas rituales y artísticas de los antiguos mayas.
Constantino Armendáriz dice que definitivamente debieron ser artistas quienes manufacturaron el ajuar de la señora maya. “La creación de una obra así, de un ajuar así, es la obra de artistas”. En el camino, al restaurador también se le va revelando “la tecnología que usaron los mayas para resolver distintos problemas”.
Uno de los principales retos ha sido la reconstrucción del tocado, una especie de careta con trompa, hecha de jade y concha, que la Reina Roja llevaba en torno a su peinado; pero que, con el paso de los años y el movimiento natural del cuerpo inerte, colapsó y fragmentó hacia un lado del rostro. “Con el tocado tuvimos que trabajar de la nada y empezar a plantear cosas para recuperar volúmenes; el conflicto fue una articulación tan compleja que no veíamos cómo prolongar el relieve”, detalla.
Intercambiando puntos de vista con los arqueólogos, Armendáriz identificó “las piezas clave” y a partir de ellas pudo unir los ojos, el entrecejo y, de ahí, disparar la nariz para que empezaran a salir las fauces y los pómulos, “fue como un seguimiento”, dice.
Para dejarlo listo en la exhibición, el modelo deberá soportar su séptima prueba; se ha sostenido sobre un soporte de cedro y las cuentas se están uniendo con un adhesivo a base de copal blanco, como se utilizó en otras máscaras, como la de Pakal.
El tocado, dice el restaurador, representa a un dios. “No sabemos aún con certeza qué deidad, porque no ha sido concluida la colocación de todos los fragmentos; pero es un personaje con una trompa, con una mandíbula, articuladas, sus ojos con una esclerótica bastante grande y una espiral para formarlos”, agrega.
El trabajo también ha permitido identificar que las pulseras con las que fue enterrada la Reina Roja sólo tenían la cara frontal y que los mayas pusieron un soporte en la nuca de la dama, de lo contrario el cuerpo se hubiera comportado de otra forma. “Coloqué un espacio vacío sobre la nuca, hice un óvalo y taché, lo había hecho también sin este soporte, el arqueólogo preguntó ¿por qué? Mi respuesta fue que si no tenía un soporte la cabeza, la posición en la que se hubiese encontrado hubiera sido otra por la posición de las vértebras, la mandíbula”.
La reconstrucción final del ajuar de la Reina Roja quedará lista a finales de noviembre, Armendáriz comenta que existe el compromiso con el Museo J. Paul Getty, del Getty Center de Los Ángeles, California, donde actualmente se exhibe la exposición Golden kingdoms....” y que viajará en febrero de 2018 al Museo Metropolitano de Arte, de Nueva York.
El recorrido que seguirá después el modelo aún no se ha definido; pero, conseguida, la parada final será el Museo de Sitio de Palenque, donde también existe una réplica de la tumba de Pakal.