El grupo de intelectuales mexicanos fundado por Amado Nervo busca un espacio para hablar, escuchar y entender la actualidad del país
ANDRÉS BECERRIL. EXCÉLSIOR
De archivo. Una imagen de 1953 donde aparece el grupo que revivió las tertulias; aparecen en la casa de Manuel Horta donde volvieron a reunirse y donde fueron bautizados. Foto: Archivo Excélsior
CIUDAD DE MÉXICO.
Los Pergaminos es un grupo legendario de intelectuales mexicanos que desde hace decenios se han reunido para analizar el momento político, económico, social o artístico del país. Lo habían hecho en absoluta discreción, sin ningún fin específico, y en su resurgimiento ahora buscan espacio y ser una especie de Conseil des Anciens.
“El objetivo principal de Los Pergaminos es el que los seres humanos persiguen en las épocas convulsas de las sociedades y de las naciones: tener un espacio para hablar, para escuchar, y para entender, sobre todo cuando son épocas en las que casi todos, no hablamos o no escuchamos o no entendemos”, dijo José Elías Romero Apis, vicepresidente de la recientemente constituida asociación civil La Cofradía de Los Pergaminos.
El origen de Los Pergaminos es anterior a la Revolución de 1910. Amado Nervo, entonces un poeta consagrado hizo amistad con el médico Ignacio Fernández Ortigoza y su esposa, la pianista Piedad Esperón, padres del entonces niño Ignacio Fernández Esperón, que la historia de México recuerda como Tata Nacho.
En casa de los Fernández Esperón se organizaron las primeras tertulias intelectuales del grupo que entonces no tenía nombre. También llegaba Luis G. Urbina, Ángel del Campo Micrós, el poeta Rubén M. Campos y músicos famosos de la época.
En 1912, Francisco I. Madero era presidente de México y Ernesto García “El Chango” Cabral, era un joven caricaturista que colaboraba en El Ahuizote y Multicolor Semanario Humorístico Ilustrado. Aunque solía pintar artistas de la zarzuela y el teatro, también se había especializado en ridiculizar a Madero.
Cuenta la historia que Madero “becó” a “El Chango” para que siguiera sus estudios en París y así quitarse de encima a un severo crítico. En ese destierro, el caricaturista conoció a artistas como Diego Rivera y Gerardo Murillo, Dr. Atl. Pero de quien García Cabral quedó prendado en París fue de Isidro Fabela y Amado Nervo con quienes tuvo una amistad a prueba de todo; al último incluso, le llamaba “hermano”.
Signo inequívoco de esa amistad es el apunte que “El Chango” hizo sobre el poeta –el 19 de julio de 1916 cuando ya había dejado París y ambos estaban en Madrid– con la siguiente dedicatoria: “a don Amado Nervo, con todo mi cariño y admiración”. Dos años después, un apunte similar del perfil izquierdo de Nervo se publicó en Revista de Revistas.
Para 1917 García Cabral viajo con Nervo a Buenos Aires, en donde sustituyó a Isidro Fabela como ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay.
El 24 de mayo de 1919, el poeta murió en Uruguay a los 48 años de edad y apenas el 1 de junio siguiente, García Cabral publicó en el número 474 de Revista de Revistas una sentida pieza dedicada a su “hermano”. En ella dibujó a una mujer vestida de blanco, de cabello largo y negro, doblada de dolor y al pie la leyenda: “edición dedicada a Amado Nervo”.
En octubre de 1919 llegaron al puerto de Veracruz los restos del poeta y García Cabral coincidió con otro entrañable amigo de Nervo, Manuel Horta, reportero de El Heraldo de México, un intelectual que había sido estudiante en San Carlos y que ya había publicado dos libros, Vitrales de capilla y Estampas de antaño.
En el puerto, los dos terminaron hermanados por la bohemia y la admiración al amigo muerto. Ahí se comprometieron a reunirse al menos una vez al mes.
García Cabral era ya estrella en Excélsior cuando Horta llegó a esta casa editorial. Los trabajos del artista brillaban en las portadas de Jueves de Excélsior, primero, y luego en Revista de Revistas, publicaciones que a la postre dirigió Horta, la primera de 1925 a 1929 y la segunda de 1929 a 1982, un año antes de morir.
Aunque las reuniones comprometidas en Veracruz no fueron tan periódicas al principio, ni tenían una sede única, los dos se veían frecuentemente y poco a poco fueron invitando a otros amigos. Pero fue a partir de 1953 cuando Horta comenzó a convocar a sus amigos en su propia casa.
En el grupo estaba Tata Nacho, que entonces tenía 59 años pero que desde niño había esistido a las reuniones de los amigos intelectuales de sus padres. El compositor de La Borrachita, se convirtió así en el gozne de la tradición que empezaron Los Pergaminos.
Un buen día, la esposa de Manuel Horta, María Antonieta Zornoza Laborda (a quien no le gustaban mucho las reuniones de su marido en casa) anunció con jiribilla: ‘Manuel, ya llegaron tus amigos Los Pergaminos’. La deducción que hizo el grupo entrado en años sobre el porqué les dio ese apelativo, fue precisamente por su edad. Ella los veía viejos. Con el tiempo, la señora Zornoza se reunía también con ellos, según una imagen del archivo de Excélsior.
Esa tradición que inició Amado Nervo en la casa paterna de Tata Nacho empezó desde hace medio siglo a recuperar el esplendor de los intelectuales de antaño, que quedaron bautizados como Los Pergaminos.
José Elías Romero Apis, abogado constitucionalista, recuerda que el grupo, heredero de la tradición que impuso Nervo, estaba integrado por diez personajes: García Cabral, Raúl y Manuel Horta, Mario Moreno Cantinflas, Jesús Palacios, Best Maugard, Adolfo Fernández Bustamante, Pedro Vargas, Jesús Palacios y Mario Talavera.
“Han sido muchos los hombres famosos que han estado en el grupo y se han ido renovando generacionalmente; así llegamos a nuestros tiempos donde el grupo ha tenido un resurgimiento vital. Lo integran artistas como Lorenzo Rafael, médicos como Fernando Chico y Ulises Casab, arquitectos como Javier Ramírez Campuzano, filósofos como Alejandro González Acosta, editores como Miguel Ángel Porrúa y abogados y políticos como Augusto Gómez Villanueva, Luis Maldonado, Juan Carlos Sánchez Magallán, y Raúl González Pérez”, cuenta.
Recientemente al grupo le dieron una configuración institucional y jurídica como Asociación Civil con el nombre de La Cofradía Los Pergaminos. La preside Lorenzo Rafael Gómez Bustamante, el vicepresidente es Romero Apis, el secretario general, Luis Maldonado y en la directiva están Eduardo Carpizo McGregor, Sánchez Magallán, González Acosta y el sacerdote jesuita Luis Barrera.
En el 2001, Raúl Horta presentó un libro para recordar a los continuadores de la tradición de Nervo. En el ejemplar se pueden ver las fotos de distintos personajes que en la segunda mitad del siglo XX fueron Pergaminos.
Ahí están los testimonio de Andrés Henestrosa, el matador Silverio Pérez, el publicista Eulalio Ferrer y de Gilberto Figueroa, el legendario gerente de la cooperativa Excélsior, entre muchos otros.
Apis subrayó que Los Pergaminos es un grupo de intelectuales que no necesariamente busca tener una misma voz, pues “prácticamente todos tienen una resonante voz propia en sus especialidades, la pintura, la escultura, las letras, la oratoria; todos tiene su propia tribuna y auditorio, pero creo que esto y su carácter pluridisciplinario hace que siempre nos llevemos algo nuevo en cada reunión”.
“Por ejemplo si se toca algún tema que incide con lo teológico, tenemos ahí teólogos y filósofos que nos pueden explicar algo que quizá nos costaría trabajo entenderlo; si el problema es del orden jurídico, constitucional, hay abogados que podemos darnos unos minutos para explicarlo”.
Los Pergaminos es un grupo que comparte sus puntos de vista y aunque se llama La Cofradía, dijo Apis, sus reuniones no son clandestinas ni conspiratorias. “Se llama cofradía por darle un sentido amistoso, no es una secta, pero tampoco nos reunimos para fiestas”. En todo caso, puntualiza su presidente Lorenzo Rafael, somos una especia de Consejo de Ancianos.